los nuevos gallegos

Arteixo construye su torre de Babel

La Voz de Galicia, María Cedrón, 03-05-2009

El municipio coruñés, el que tiene mayor población inmigrante de la comunidad porcentualmente, es un ejemplo de integración social al acoger ya a empadronados de 58 nacionalidades diferentes

El municipio coruñés, el que tiene mayor población inmigrante de la comunidad porcentualmente, es un ejemplo de integración social al acoger ya a empadronados de 58 nacionalidades diferentes

José Bello conoce a Julián desde la infancia. El primero tiene 70 años, el segundo ya ha cumplido los 81. Nacieron en Feáns, en A Coruña, pero los dos han acabado en Arteixo. Ahí, en un banco del paseo fluvial, echan anclas los días de sol, mientras ven la vida pasar. «Aquí viña eu ao baile de rapaz e foi aí onde coñecín á miña muller», explica al tiempo que muestra con un bastón el lugar en el que la vio por primera vez. El sábado pasado también había muchas mujeres caminando al borde del río. Algunas tenían el pelo rizo, otras, ondas de tubos y secador con pie, las había con el cabello sujeto en una coleta y también las que lo llevaban completamente oculto bajo un velo. «Arteixo mudou moito», sugiere Julián desde su banco. Pero José, sentado a su lado, hace un apunte. «Arteixo non cambiou, o que cambiou foi a xente», puntualiza.

En los últimos veinte años, este municipio con 28.961 habitantes, según las cifras que maneja el Instituto Nacional de Estadística (INE), se ha convertido en la torre de Babel de Galicia al acoger un total de 58 nacionalidades diferentes, un grupo que conforma el 5,7% de la población total del concello. Hay desde bielorrusos hasta cameruneses, italianos, moldavos o griegos. El porcentaje, aunque todavía no alcanza ni el 10%, es motivo ya de chistes fáciles entre los nativos. «Cada vez hai menos xente que leve aquí xeracións, tanto que comezamos a autonombrarnos indíxenas», bromea una joven camarera de un bar cercano.

Arteixo se fue convirtiendo en una especie de Hamelín para la población extranjera que llegaba a Galicia. La melodía que los atrajo fue, en este caso, el bajo precio de la vivienda. Antes del estallido de la burbuja inmobiliaria, los alquileres de pisos costaban justo la mitad que en A Coruña. Eso, junto con las medidas enfocadas a la integración que poco a poco se fueron habilitando, fue lo que despertó el interés en los primeros inmigrantes que se instalaron en el concello. Fue la comunidad marroquí, dedicada principalmente al comercio, un grupo que hasta hace un par de años era el más numeroso del municipio. Mantuvo el liderazgo hasta el padrón del 2007. Fue ese el año en el que colombianos, brasileños y argentinos tomaron el relevo a los súbditos del estado norteafricano.

Zaredi Elhas Mouloudi fue uno de los primeros en llegar desde Beni Mellal, en Marruecos, a este lugar de la comarca coruñesa. El 90% de los marroquíes que viven ahí son de esa parte del Reino alauí. «Llevo aquí diecinueve años, pero hay algunos compatriotas que llevan ya veinticuatro o veinticinco», explica. Zaredi atiende un puesto improvisado en el paseo para celebrar el Día de la Solidaridad. Allí ofrece té y pastas típicas de la tierra que le vio nacer. A su lado está otro paisano que le ayuda en su labor. «¡Hola, Manolita!, ¿cómo estás?», saluda el amigo a una vecina.

Mantener las raíces

La mujer responde con un «agora non paro» a ese hombre que, aunque viste chilaba, lleva media vida en Arteixo. La comunidad magrebí está totalmente integrada. Tanto que ese municipio, además de ser uno de los pocos de Galicia que tiene mezquita, utiliza ya desde hace años el árabe en los carteles del centro de salud. Alberga en su territorio el centro educativo con mayor diversidad cultural de la comunidad e incluso ofrece clases de cultura árabe para que los nacidos aquí no olviden sus raíces.

Aunque hay marroquíes que llevan ya dos décadas en Galicia, el goteo de inmigración procedente del centro de Marruecos no ha parado. Jamal el Hagguer fue uno de los últimos en llegar. Lo hizo hace un año. Al contrario que los pioneros que llegaron de su país, vino para trabajar en la construcción. «Pero ahora es complicado. Vine con el contingente, luego estuve parado, pero ahora ya he vuelto a encontrar trabajo en otra empresa», precisa este joven. El paro es otra de las sombras que ahora se cierne también sobre los inmigrantes.

Los servicios sociales han habilitado medidas para paliar las consecuencias. El eco ha llegado incluso a algunas zonas del sur de España. Por eso, las autoridades municipales exigen un mínimo de tiempo censados en el concello para optar a los programas de ayuda. «Hay gente que ya ha llegado desde otras comunidades pidiendo colaboración», comentan.

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