En busca de justicia

Luis Ramírez, mexicano, perdió la vida en julio al ser atacado en un parque en Pottsville, en un crimen que su novia y la fiscalía dicen que tiene tintes racistas. Hoy arranca el juicio contra los agresores

El Universal, 26-04-2009

 

SHENANDOAH, Pensilvania.— Aunque nunca había estado en México, la estadounidense Crystal Dillman se sintió de cierta forma en casa desde el momento en que entró en la casita de concreto en Iramuco, un pequeño poblado en el estado de Guanajuato, en el centro de México.

Dillman subió las escaleras al tercer piso y cruzó el umbral de un dormitorio de lozas azules: El cuarto donde vivió Luis antes de morir asesinado. Dillman se desplomó en una silla y comenzó a llorar. Luis está aquí, pensó, y de repente, la tristeza fue reemplazada por un sentimiento de gozo.

Por primera vez desde ese día horrible en Pensilvania, Dillman sintió la presencia de su prometido, Luis Ramírez, el padre de sus tres hijos, el inmigrante que ingresó ilegalmente a Estados Unidos para trabajar y que regresó a México en un féretro.

Cinco meses después de ese emotivo viaje al pueblo natal de Luis, Dillman está de regreso en Shenandoah y preparándose para una de las pruebas más duras de su vida: el juicio, que inicia este lunes, a dos adolescentes blancos acusados de matar a golpes a Ramírez, en lo que la fiscalía ha llamado un crimen por racismo.

Los testimonios se escucharán en el tribunal del condado de Schuylkill, en Pottsville, donde la policía se prepara ya para las protestas de defensores y detractores de la inmigración.

“Estoy nerviosa, algo asustada y un poco preocupada”, dijo Dill – man a la entrada de su casa en Shenandoah, no lejos del parque donde Ramírez se cruzó con sus atacantes, el 12 de julio. “Estoy muy preocupada de que algo salga mal y los absuelvan”.

Ramírez fue golpeado, dicen las autoridades, por jugadores adolescentes de futbol americano que habían estado bebiendo en Shenandoah, un pequeño poblado minero en el norte de Pensilvania, donde las tensiones entre blancos e hispanos se han disparado.

Las autoridades dicen que los adolescentes gritaron epítetos racistas mientras daban puñetazos y patadas a Ramírez, un jornalero y obrero de 25 años.

Un jurado formado por blancos decidirá la suerte de Brandon Piekarsky, de 17 años, acusado de homicidio, y Derrick Donchak, de 19, quien enfrenta cargos de agresión agravada. Ambos están acusados también de intimidación racista.

La policía dijo que un tercer adolescente, Colin Walsh, de 17 años, dio un puñetazo a Ramírez en el rostro, mientras que Piekarsky le pateó en la cabeza cuando yacía en el suelo inconsciente. Walsh se declaró culpable en un tribunal federal, pero los documentos en el caso están sellados y no está claro si Piekarsky y Donchak van a declarar.

El ataque dejó a Ramírez convulsionándose y con espuma en la boca, pero los abogados de la defensa dijeron que la víctima también lanzó puñetazos. “Como hemos dicho desde el inicio, este no fue un crimen racista. Fue una pelea callejera que terminó trágicamente”, dijo Frederick Fanelli, abogado de Piekarsky.

Pero Dillman, de 25 años, anglosajona, recuerda que, con frecuencia, la gente le gritaba a Luis “mexicano sucio”, o que regresara a su país. “Eso no fue un accidente”, dijo Dillman. “Si hubiese sido una pelea callejera, ellos hubieran tratado de ayudarlo”.

Desde el crimen, ella ha pedido trabajo en almacenes, guarderías y servicios de salud, pero nadie la contrata, y sospecha que la economía no es la única razón. “Nos tratan como que no nos quieren allí”, dijo Dillman. “Me molesta, pero no voy a dejar que eso frene mi lucha por la justicia”, concluye.

 

 

 

 

 

 

 

 



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