«Trabajamos a contrarreloj»

La Verdad, A. NEGRE, 24-04-2009

Trabajar para que la víctima se sienta comprendida y no juzgarla; ofrecerle seguridad a ella y a sus hijos; concienciarla de que no es ella la culpable de lo que ha sucedido o hacerle ver que hay luz al final del túnel. La teoría de cómo debe actuar un agente del orden ante un caso de violencia de género parece sencilla. La práctica es otra historia.

«Aquí aprendemos sobre la marcha», explica el sargento Miguel Ángel del puesto de la Guardia Civil de Cehegín: «Un día la víctima te llega con los críos de la mano y tienes que improvisar, trabajamos siempre a contrarreloj».

Ellos son la primera mano a la que debe agarrarse una mujer tras sufrir un episodio de malos tratos. Responden a un protocolo establecido, pero saben que ésta no es una ciencia exacta. Cada caso es un mundo. Su labor prioritaria es velar por la seguridad de la víctima, pero ésta tiene también algo de psicología.

Las dudas son muchas y ayer trataron de darles respuesta en una jornada integral de formación, organizada por la Unidad de Coordinación contra la Violencia sobre la Mujer y la Comandancia de la Quinta Zona de la Guardia Civil. A ésta asistieron más de un centenar de los agentes que actualmente trabajan en las 45 unidades integradas en las seis compañías que componen la Quinta Zona de la Benemérita, así como miembros de las unidades de la Policía Judicial.

«Algunas veces se nos presentan en Comisaría y así, en caliente, te cuentan todo lo que ha pasado», explica la agente Juana María del puesto de la Benemérita en Caravaca de la Cruz; «sin embargo, son muchas las que se arrepienten luego y dan un paso atrás. Hemos llegado a ver cómo se levantaban de la silla y se iban».

La negativa de la mujer a denunciar los hechos es uno de los problemas al que estos agentes se enfrentan a diario. «Siempre se les asesora para que denuncien», explica el sargento Miguel Ángel, «sin embargo, a veces se encuentran con muchas pegas: miedo, problemas económicos…». En esos casos, la Guardia Civil, o la Policía en su caso, actúa de oficio. El proceso, sin embargo, pierde peso.

Las dificultades se agravan en el caso de las mujeres inmigrantes con las que, a menudo, existen problemas culturales, de comprensión… «Su cultura es diferente a la nuestra y, a menudo, nos pasa que acudimos al domicilio porque alguien ha escuchado una discusión, pero cuando llegamos se impone el aquí no ha pasado nada».

La Unidad de Coordinación contra la Violencia sobre la mujer ha tratado de hacer frente a este problema publicando guías en las que las mujeres inmigrantes pueden conocer sus derechos en su propio idioma. Una medida que pretende cerrarle el paso al aumento de la violencia de género en este sector de la población.

«Ellas son las que más quebrantan las órdenes de alejamiento y vuelven al domicilio familiar», explica preocupada Juana María; «La situación es más difícil para muchas de ellas porque no tienen familia en el país, se ven solas, aisladas y regresan con su pareja».

Sin un grupo especializado

Estos agentes también se encargan del seguimiento y protección de la víctima de violencia de género. «Cada mujer es sometida a una valoración de riesgo y, de acuerdo a éste, se le aplican unas medidas policiales», explica Juana María. Una idea que permite a muchas maltratadas respirar tranquilas pero que se traduce en una cantidad ingrata de trabajo. «El servicio es prioritario, absoluta prioridad, sin embargo, no hay un grupo especializado en estos delitos».

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