La ONU y el racismo

La Vanguardia, , 21-04-2009

El anuncio de la presencia del presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, en la conferencia sobre racismo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Ginebra era un mal augurio para el éxito de su desarrollo. Su intervención en la sesión inaugural, acusando a Israel de ser el estandarte del racismo en el mundo por su maltrato a los palestinos fue una intolerable provocación en toda regla que dinamitó de entrada cualquier posibilidad de entendimiento. Los representantes de los veintitrés países europeos abandonaron la conferencia como protesta, haciendo buena la decisión de no asistir que previamente habían adoptado otros cuatro miembros de la UE, Estados Unidos, Canadá e Israel.

El alto comisariado de la ONU para los Derechos Humanos deploró la intervención del presidente iraní por estar fuera del marco de un encuentro cuyo objetivo es la defensa de la diversidad y de la tolerancia. El secretario general de la institución, Ban Ki Mun, hizo lo propio pero también lamentó la actitud de boicot de los países occidentales a la conferencia sobre racismo.

Sería un error que Occidente cayera en la provocación del presidente Ahmadineyad, que ha organizado su propio show mediático de cara al consumo interno de su país, que celebrará elecciones dentro de poco. Este personaje, con su incitación al odio, se ha descalificado nuevamente a sí mismo. No habría que darle el poder de dinamitar una conferencia mundial.

La conferencia que celebra la ONU en Ginebra tiene por objetivo analizar la situación y la evolución de la lucha contra el racismo, la discriminación racial, la xenofobia y la intolerancia. Al margen del presidente iraní, hay que admitir que la ONU ha fracasado nuevamente en la organización de esa conferencia, al igual que lo hizo en la anterior, celebrada en Durban (Sudáfrica) en el 2001. En ambos casos, a causa del conflicto de Oriente Medio. En aquella ocasión, Estados Unidos e Israel abandonaron la reunión cuando algunos países árabes intentaron que se etiquetara el sionismo de racismo. En la actualidad estos dos países y algunos más, como Canadá, Italia o Alemania, boicotean la conferencia por considerar que la declaración final contiene todavía un lenguaje antiisraelí. Resulta decepcionante comprobar como el conflicto entre palestinos e israelíes impide una vez más el diálogo y la cooperación sobre un problema de dimensión mundial, al que no es inmune ninguna sociedad.

Pese al fracaso de Durban hace ocho años, la ONU tenía la esperanza de que en esta ocasión sería posible superar las discrepancias, dada la nueva era de multilateralismo. Pero no ha sido así. En todo caso, los organizadores de la conferencia harían bien en revisar sus protocolos de actuación y la gestión llevada a cabo previamente para aproximar las posiciones discrepantes. Todo indica que la diplomacia, en este caso, también ha fallado.

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