Las relaciones de la Santa Sede e Israel parecen condenadas en el último año a los litigios y nunca terminan de enderezarse. Apenas superada la polémica sobre el perdón a los lefebvrianos, entre ellos un obispo que negaba la existencia de las cámaras de gas del Holocausto, la conferencia de Ginebra ha vuelto a sembrar la discordia. El Vaticano optó por acudir y el propio Benedicto XVI bendijo el domingo la iniciativa como una ocasión «importante» para combatir la intolerancia. Sin embargo, Israel censura la mera asistencia a la cumbre y la tilda, cuando menos, de ingenuidad, pues considera que aporta un aval a las intenciones antisionistas que ve en el núcleo de países árabes. Es otro nubarrón a menos de tres semanas del viaje del Papa a Tierra Santa, el próximo 8 de mayo.

El rabino jefe de Roma, Riccardo Di Segni, dijo no comprender el gesto del Papa y cargó duramente contra él: «Es una situación que alarma y preocupa». Según Segni, se trata de un detalle «particularmente grave» antes del viaje a Israel. «Es una señal de difícil comprensión, la enésima iniciativa incauta del Pontífice que se suma a la lista de resbalones precedentes», concluyó en una entrevista a ‘La Stampa’. También el intelectual y político Natan Sharansky, recién nombrado director de la Agencia Judía, se mostró perplejo: «Una de dos, o el Papa simplemente no entiende el contenido de la conferencia, o sabe de qué se hablará y con quién. Si es así, es motivo de gran preocupación».

Por su parte, el observador de la Santa Sede ante la ONU, Silvano Maria Tomasi, aseguró no comprender las ausencias ni la polémica, pues se han retirado del borrador del texto final las frases que acusaban a Israel de racismo hacia los palestinos. «En el documento se reafirma que se debe combatir cualquier forma de antisemitismo, islamofobia y cristianofobia, y se hace una mención explícita a no olvidar el Holocausto», explicó. En su opinión, estar presente abre el camino a la discusión y a la búsqueda de soluciones.