Los gitanos y la mesa

Diario Sur, PABLO ARANDA, 16-04-2009

UNA treintena de familias gitanas ocupa treinta y cuatro apartamentos en Mijas. Urbanización Golden Hills. Colinas Doradas, pensadas para residentes extranjeros de pieles claras y ahora las pieles cobrizas de familias gitanas. La foto de algunas de estas mujeres abre el periódico y los lectores se indignan. Otros suspiran, aliviados, los políticos del resto de municipios, no les ha tocado a ellos, uf. La foto es un espejo, y nos asomamos y nos reconocemos. No nosotros, pero sí el grupo del que formamos parte. Málaga, Andalucía, España, el mundo entero. Verde que te quiero verde. Lo bueno de Los Asperones, de La Corta, de algunas zonas de Palma Palmilla es que están allí, siempre al otro lado de una autovía, y que se las apañen ellos, y nosotros, cada uno a un lado, y si hay que cruzar que cruce la policía, y les apedrean y decimos oh, y si no les apedrean no decimos nada porque todo está en orden y el espejo muestra otra cara de nosotros y somos jóvenes rubias tumbadas en la playa un jueves santo. Pero reconocemos ahora la mesa de centro de madera barnizada y reconocemos las bolsas del supermercado donde también compramos nosotros y reconocemos la cocacola de dos litros encima de la mesa, y bajo la mesa los papeles tirados y decimos no puede ser, éstos no soy yo. Y exigimos que los echen y los metan con sus doce hijos y sus cuatrocientos nietos en las viviendas sociales que ya se les dieron y yo trabajo y pago mis impuestos y tengo una hipoteca que aprieta y casi ahoga y ahora llegan cien gitanos y se meten en unos apartamentos de lujo. Los apartamentos de lujo se llenarán de parejas jóvenes y de sus ocho hijos y de sus treinta nietos y adiós lujo.

Pero circulamos por la autovía que divide mundos y vemos el fantasma de una urbanización detrás de otra, vacías. El juego del monopoly detenido, nuestra versión, el palé, alguien dice se acabó y se levantan los jugadores desparramando fichas y ese juego ha dado dinero, ha llenado bolsillos, y nosotros chapoteando en la especulación inmobiliaria y eso era bueno para Málaga y Andalucía y España y el mundo entero, y era un espejo real, hermoso, fiel, hasta que vamos viendo el otro lado y un millón de parados en Andalucía y no se pueden pagar hipotecas y te embargan y otra casa fantasma – adiós lujo – y ahí tenemos ese paisaje que no parece molestarnos hasta que un gitano pone su cocacola de dos litros sobre la mesa en un jardín destinado a nosotros y no a ellos. Y las autoridades no logran convencerles (¿qué les dicen, señor gitano haga el favor de salir de esta casa que no es suya?, porque a usted y a mí nos dirían otra cosa). Y les echarán y apartarán de nuestras portadas esta deformación de lo que somos. Pero debemos agradecerles que pongan encima de la mesa, además de la cocacola de dos litros, el tablero sucio por el que nos movemos. Encima de todas las mesas.

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