Un año en el limbo salvaje de Ceuta

El Mundo, RAFAEL J. ALVAREZ / OLGA R. SANMARTIN, 06-04-2009

El Gobierno sostiene que expulsará a los 54 indios que mañana cumplen 12 meses de fuga en el monte tras haber sufrido una odisea de hambre y muerte desde Asia Mañana van a jugar un partido de críquet entre rezos protestones y pancartas para la Humanidad.


En los ratos libres que deja el monte han escrito sobre sábanas blancas Somos hermanos, no animales, una verdad incómoda que desplegarán a los pies de su bosque tan animado.


Porque mañana hará un año exacto desde que 72 indios huyeron de los barracones del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (Ceti) de Ceuta hacia las tripas de los árboles porque tenían miedo. Miedo a ser expulsados, Policía mediante.


Y para eso, para volver escoltados y pobres, no habrían arriesgado sus vidas y sus dineros hace casi cinco años en una travesía de muerte, palizas y hambre desde su país hacia el sueño del Primer Mundo.


Hoy, un año después de huir al monte del Renegado, de cobijarse en una trinchera de chabolas de plástico y calderos al curry, quedan 54. A los demás les pudo el frío, el hambre, la enfermedad y la tristeza.


Los que aguantan viven en un limbo jurídico que les convierte en almas sin derechos pero con orden de expulsión. «Llegué a Ceuta en 2006, después de un viaje de dos años por Africa. En el monte hemos pasado de todo: frío, enfermedades, depresión, picaduras… No quiero regresar a la India. ¿Qué hago allí si tuve que vender mi casa y mis tierras para pagarle a las mafias 15.000 euros? Esperamos una respuesta del delegado del Gobierno.¿Por qué no nos deportaron cuando llegamos a Ceuta? Han pasado tres años… Esta ciudad es una cárcel, hay fronteras por todos lados. Vamos a aguantar en el monte lo que podamos». Habla Gurpreet Singh, 24 años, licenciado en Comercio, uno de los que resisten.


Pero el grupo de 54 no es lo único que tiene vida en esta historia.La orden de expulsión sigue latiendo en los despachos de la Delegación de Gobierno de Ceuta. «Terminarán repatriados a su país de origen».«No hay vuelta de hoja y no se les puede dar falsas esperanzas.No ha lugar a un traslado a la Península por causas extraordinarias y no queda otra salida que expulsarlos», explican los políticos que mandan a los policías.


«Bueno, la orden de expulsión está recurrida. Veremos cómo se porta la Justicia. Que sigan vivos y con esperanza es el milagro de Dios. Nosotros seguiremos luchando a su lado», contesta la monja Paula, una cristiana en comunión con 54 sijes.


El Dios de los pobres se ha quedado a protestar en Ceuta. Mañana, cuando los sijes jueguen al críquet y extiendan sus pancartas, fieles de todos los credos se unirán en oración para rezar por la Justicia. Suena a martes sin procesión, pero santo.


El mismo día, a media península de distancia, el Ministerio del Interior recibirá a un grupo que pone voz en español a lo que piden los indios. Son la asociación Elin, la Coordinadora de Barrios de Madrid, la Confederación Española de Religiosos…Los que hace tres semanas presentaron en el Ministerio y en el Defensor del Pueblo casi 9.000 firmas pidiendo el traslado de esas 54 personas a la Península por razones humanitarias. «Espero de la reunión buenas noticias, convencer al Gobierno de que son gente con una trayectoria difícil, que los Derechos Humanos son para todos», confía sor Coraje, más conocida como Paula.


La Delegación del Gobierno advierte, pero es lenta. Aún no se ha resuelto la situación administrativa de los otros indios, los que se quedaron obedientemente en el Ceti. La semana pasada fue devuelto el sij Hosiyar Singh Madyan, el primer inmigrante de la historia en nuestro país que pide voluntariamente ser deportado. Llegó a Ceuta hace 28 meses, tras pagar 20.000 euros a las mafias, y hasta ahora no ha podido regresar a casa, pese a que lo demandó el año pasado. «En España ya he perdido la ilusión», dijo a Efe antes de partir.


Cinco indios más han solicitado ser repatriados. Para algunos es mejor la expulsión que el limbo. Otros prefieren dormir entre ramas que en el Ceti con temor a la policía nocturna.


Por eso llevan un año aguantando. Viven en cuatro campamentos en la ladera del monte. Madrugan mucho, se asean a conciencia y bajan a los supermercados y a los aparcamientos de los centros comerciales de Ceuta para ganarse un euro ayudando a las señoras a llevar las bolsas y a los demás a aparcar el coche cual gorrillas del otro lado del mundo.


Son protagonistas de una película documental (Los Ulises) que ruedan tres jóvenes realizadores. Alberto García, Agatha Maciaszek y Daniel Polo han vivido unas semanas en el monte, capturando la vida de los indios en una cámara.


El resultado se verá en los cines (buscan patrocinadores), pero, mientras, algunos rezarán a sus dioses y hurgarán a los ministros para que los 54 tengan por fin una vida digna.


Los precedentes


>Los primeros que se echaron al monte en Ceuta para huir de la repatriación fueron 37 bengalíes. Tras dormir al raso durante tres meses en 2007, negociaron con el Gobierno su ida a la Península.Les dieron los ‘papeles’ por razones humanitarias ante las inundaciones de su país. La mayoría reside hoy en Madrid, con trabajo y una vida como las nuestras. Uno es Jahid Uddin (24 años), jardinero: «En el monte coincidimos con los indios. Están en muy mala situación y no es justo que les expulsen». / R. J. A. / O. R. S.


>En Melilla hay otros 63 bengalíes que duermen fuera del Ceti desde hace dos años. Incluso hicieron huelga de hambre. Aunque su situación es parecida a la que vivieron sus compatriotas de Ceuta, el Gobierno no ha decidido qué hará con ellos. Cada sábado se concentran para pedir que los lleven a la Península. / PAQUI SANCHEZ


Agua sucia al curry


Durante su año silvestre, los 54 indios han sobrevivido a todo. Duermen en chabolas y beben agua sucia, pero aún logran preparar un buen guiso al curry. De arriba a abajo, Gurdaiv cocinando; Derinder y sus compañeros aseándose, y Gurpreet calzándose.


elmundo.es


Vídeo:


Un día en la vida de los indios de Ceuta.

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