Las ONG alertan de que la crisis ha creado nuevos perfiles de personas sin hogar

Diario de noticias de Alava, t. díez, 29-03-2009

El frenazo del sector de la construcción ha llevado a la calle a parte de la mano de obra más vulnerable

vitoria. El mal momento económico que vive todo el planeta está causando estragos en todos los ámbitos sociales, desde los grandes bancos a quienes menos tienen. Así lo advierten organizaciones que trabajan con excluidos, como el Hogar Betoño o el Aterpe de Donostia, gestionado por Cáritas, que en los últimos meses dan cobijo y asistencia a un nuevo perfil de usuarios.

Los últimos estudios, de hace tres años, indicaban que en Euskadi había alrededor de 1.800 personas sin hogar, la inmensa mayoría de ellos varones inmersos en una situación cronificada. La nueva realidad económica ha llevado esos informes a la obsolescencia; es más que posible que los próximos estudios traigan consigo desagradables sorpresas.

El nuevo perfil que se ha detectado en estos servicios es el de personas que aún no han sufrido el proceso de degradación personal que siempre genera la calle, pero que están en serio peligro de padecerlo. Inmigrantes que han perdido su trabajo, nacionales también desempleados sin un tejido social tras el que protegerse, o antiguossin techo que lograron reintegrarse en la sociedad son los nuevos usuarios de estos recursos sociales. Desde las dos ONG vascas reclaman un estadio intermedio para atender a estas personas y evitar que caigan en la indigencia y el alcoholismo o en la exclusión social absoluta.

En el despacho del hogar Betoño, su director, Sergio Hinojal, advierte de que “hay muchos emigrantes totalmente asentados en la ciudad, que durante años han estado trabajando, que vivían en pisos compartidos, y que ahora se han quedado sin trabajo. El caso más alarmante – continúa Hinojal – es el de un chico al que, ya que no había plaza en el centro, le guardamos todas sus pertenencias. Es una persona que durante años ha trabajado y que tenía toda su vida en una habitación. Ha tenido que salir e irse a la calle”, explica.

llamamiento a las empresas Hinojal alerta de que el Hogar Betoño, inaugurado en diciembre de 2007 y que el año pasado atendió a 53 personas, “se está quedando pequeño, porque el número de personas con este perfil está aumentando”. El director de este servicio apuesta por implantar nuevos recursos de atención preventiva, “para que estén en la calle el menor tiempo posible, porque castiga mucho”. Según Hinojal, la clave pasa por prestar una atención temprana a quienes “nunca han estado en esa situación, para evitar ese deterioro”. En ese sentido se trabaja ya en el Hogar Betoño, cuyos responsables hacen un llamamiento a las empresas vascas para que se acuerden de ellos cuando necesiten mano de obra cualificada.

Hinojal solicita una mayor coordinación de las instituciones con los servicios sociales para afrontar con la mayor firmeza posible la nueva situación. “El hogar Betoño tiene una relación cordial con el Ayuntamiento, pero no participamos en ninguna de las comisiones de valoración que puede haber en el Departamento de Intervención Social, se nos ha excluido de esa tarea”, explica el director del Hogar Betoño.

Rebeca, educadora en el centro vitoriano, confirma la tesis de Hinojal sobre el nuevo perfil de la exclusión. “Ya no llega tanta gente vinculada a adicciones y sí más a la falta de trabajo. Ha aumentado el número de inmigrantes, muchos del norte de África, la verdad es que estamos notando un cambio bastante grande en ese sentido”, explica.

José Antonio Lizarralde, Pottoko, dirige Aterpe, el recurso de Cáritas Gipuzkoa para quienes carecen de un hogar. Desde la sede de la plaza Easo advierte del daño psicológico que puede suponer para una persona con una vida normalizada hasta hace muy poco el tener que recurrir a un servicio pensado para los excluidos de la sociedad. “De repente tu referencia es esa, ante una situación de crisis tienen que agarrarse a estructuras como Aterpe, que es muy digna, pero no hay que olvidar que es para personas sin hogar”.

Por eso, Pottoko reclama “otros recursos más dedicados al acompañamiento, pues estas personas viven una situación muy diferente, de mucha reflexión personal. La vida te da un palo y de repente estás en un nuevo estadio, te sientes dañado por todas partes. Por eso pensamos que aparte de cubrir unos servicios básicos hay que acompañarles para que no bajen más escalones”.

El caso de quienes lograron salir del agujero y se ven de nuevo en la calle es especialmente delicado. “Este es un nuevo perfil que encontramos a diario. Tras un proceso personal se incorporaron de nuevo a la sociedad a través de un trabajo, y ahora han vuelto por la crisis, pues estaban aún en una situación vulnerable. Es gente desengañada y frustrada”, señala el responsable de Aterpe, un centro que funciona gracias a labor desinteresada de 165 voluntarios.

Ellos son quienes permiten que este centro ofrezca cama, ducha, servicio de podología, peluquería, enfermería o lavandería a quienes no tienen nada. Sin embargo, la labor de acompañamiento es quizá la más importante, pues en Aterpe se trabaja “en clave de proceso” y las comodidades básicas materiales deben tener como contraprestación la voluntad de salir del pozo, de adquirir las destrezas sociales nunca aprendidas o ya olvidadas.

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