"Con el personal que tenemos no damos abasto"

El País, ANAÍS BERDIÉ, 25-03-2009

En pleno Lavapiés, se intuye que el Antonio Moreno Rosales, en la calle del Olmo, es un colegio por las banderas que ondean en su fachada. No está ni mejor peor que el resto del barrio: pintadas en las paredes, puertas envejecidas… Dentro, 230 niños de 32 nacionalidades distintas conviven apretados en clases de cuyas paredes cuelgan carteles en letras chinas. Un 90% son inmigrantes. Los docentes se quejan de falta de recursos, “económicos, humanos y materiales”.

“Se necesitan más profesores y que los grupos sean más pequeños, no damos abasto”, relata Carmen, que en su clase no tiene ningún alumno español. Este año llegaron inmigrantes sin hablar nada de castellano. En este colegio de infantil y primaria hay tres profesores de compensación, los que dan clase a los alumnos más atrasados. “No podemos dedicarnos en exclusiva a estas clases”, cuenta Begoña, una de ellas, “porque, a falta de personal, tenemos que dar otras materias de las que no somos especialistas”.

De presupuesto para material tampoco van sobrados. Explican que la Administración ha reducido el número de becas de comedor y de libros. “A las familias de estos niños no les llega el dinero. Invertimos el presupuesto en material escolar básico, aunque tengamos que prescindir de otras cosas”. Este curso por fin han podido cambiar los viejos diccionarios, con las tapas ya rotas. Los nuevos se los ha regalado una editorial. Cuando los medios faltan por completo, se las apañan con ingenio. “Muchas veces necesitamos traductores para comunicarnos con las familias y no se nos conceden”, explica el director, José Manuel Laureiro. “Así que pedimos ayuda: a la asociación de chinos, a un amigo marroquí, incluso a los padres”, asegura.

Estos mismos problemas les resultan familiares en el instituto Pío Baroja, del distrito de Usera. Allí los profesores tienen que lidiar con 852 alumnos. En la ESO, el porcentaje de inmigrantes llega al 47%. En clases de hasta 32 estudiantes puede llegar a haber ocho chinos, cuenta Tomás, profesor orientador. “La mayoría de ellos no pueden seguir las explicaciones”. El centro cuenta con profesores de compensación. Pero son sólo tres. “Pueden dar clase a 12 alumnos cuando no deberían ser más de ocho”, relata Tomás. Y muchos se quedan fuera.

La falta de presupuesto para material es otra de sus quejas. “Tenemos que recortar en reparaciones; si, por ejemplo, se rompe una persiana o hay un desconchón en la pared”, cuenta Ángel, profesor de latín. “¿Y qué podemos hacer con 30 ordenadores para todos los alumnos?”.

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