Desde otra mirada

La rueda de la codicia

Deia, Nekane Lauzirika, 23-03-2009

SON muchos quienes piensan que la codicia es el verdadero motor de la sociedad. Hace poco una encuesta del CIS nos regaló un dato bien conocido, que el 70% de la población está convencido de que esté quien esté en el poder siempre busca su interés personal. Legítimo si es dentro de la ley, pero humanamente bastante ramplón. Por esto mismo es mayor el impacto de la posición de personas como el doctor Pedro Cavadas, cirujano excepcional, de éxito presente y brillante futuro en la medicina de los trasplantes, que en la cúspide de su profesión se ha curado de vanidad, ha arrinconado las banalidades y se dedica a sanar, a reducir el dolor aquí y de modo desinteresado también en África. Su compromiso rompe los moldes de la codicia. Por el contrario, asistimos casi a diario a una cascada de denuncias por corrupción – ladrillo y Cía – con el sustrato de la codicia siempre presente. Los mismos que arrumbaron grandes empresas salvadas con dinero público, cobran hoy multimillonarias indemnizaciones blindadas. En época de crisis aguda que sufrimos y sin que nada haya variado, esta misma semana la Bolsa ha dado un espectacular respingo especulativo que sólo el muñidor codicioso podría explicar. Decimos no ser racistas ni xenófobos, pero con motivo del “día internacional contra el racismo y la xenofobia”, muchas ONGs denuncian el incremento del racismo social, puesto de manifiesto en los controles policiales exclusivos a inmigrantes, y más visible todavía en el paro que duplica entre inmigrantes el de los autóctonos; cuando esto era “El Dorado inmobiliario” la codicia no hacía ascos a “las pateras” de mano de obra barata, pero ahora, ellos parecen ser la diana de la culpabilidad, el Estado es uno de los cinco países de la UE que no publican informes sobre incidentes de motivación racista y, además, al decir de las ONGs se está fomentando el racismo desde “discursos políticos que culpan a la inmigración de la crisis” cuando en realidad son quienes más sufren el paro y la marginación. Si pensamos que en sus países viven los más 1.200 millones de personas que no tienen acceso al agua potable, ¿acaso les queda la esperanza de volver? Sin compromisos como el del cirujano Cavadas, el interés de nuestra codicia les acogotará.

nlauzirika@deia.com

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