«¡Queremos justicia para Luisito!»

ABC, JOSÉ M. CAMARERO | MADRID, 22-03-2009

Apenas hacía 15 horas que su hijo había sido asesinado y allí estaban ellos, sus padres, en el lugar en el que Luis Carlos P.P., «Luisito», el joven dominicano de 23 años, fue acribillado a balazos en la nuca el viernes por la noche. Su madre estaba completamente desolada y sentada en una silla de la que no podía levantarse; su padre, aturdido por las muestras de pésame y las preguntas de los amigos; sus hermanos, con los ojos llenos de rabia; y hasta su novia, embarazada y a apenas un mes de dar a luz. Pero ninguno de ellos quiso faltar a un homenaje lleno de dolor y tensión.

Un reguero de velas rojas indicaban el camino donde «Luisito» fue asesinado, un lugar angosto (como la mayor parte de las calles del barrio) en el que los llantos se confundían con la música dominicana que servía como homenaje a este joven.

El padre, Faustino, explicaba a ABC lo incomprensible de esta situación: «Era un niño bueno, no estaba metido en ningún lío», aseguraba mientras recordaba el trágico momento que pasaba el viernes por la noche. «Me llamó la Policía y pensé que era por algo del bar que tenemos en Vallecas», aseguraba. Después, llegó hasta Cuatro Caminos, donde «tuve que ver el cuerpo de mi hijo lleno de sangre». «No me lo podía creer», remataba, «y todavía pienso que está vivo entre nosotros».

Hogar destrozado

El propio Faustino recordaba la situación que su hijo dejaba en su propio hogar: Arianne, una joven de apenas 19 años, a pocas semanas de dar a luz. «Este niño nacerá y no podrá conocer a Luisito, con las ganas que tenía de verlo», explicaba a duras penas.

La confusión era máxima entre sus compatriotas. Nadie sabía exactamente las causas del asesinato, pero muchos prometían «venganza, porque ya está bien de tanto asedio contra los inmigrantes», afirmaba Jon junto a sus amigos. Aunque fuentes de la investigación han confirmado que el supuesto asesino era un guardia de seguridad, muchos dominicanos aseguraban que, en realidad, se trataba de un Policía Nacional. «El arma que utilizó sólo la tienen los policías», según Ángel Languasco, presidente del Movimiento de Dominicanos en el Exterior.

Denuncia por malos tratos

Todos coincidían en minimizar el hecho de que «Luisito» tenía antecedentes, por lesiones, consecuencia de una denuncia de malos tratos. «En todas las parejas hay problemas», aseguraba su propio padre, «pero eso no quiere decir que haya que matarle porque haya discutido con su mujer». Para los compatriotas movilizados ayer en Cuatro Caminos, sólo era un acto racista.

«Esto no quedará así», aseguraban sus amigos. «Lucharemos por nuestra cuenta si hace falta», indicaban. En el barrio se vivía un tenso ambiente que se mostraba con pintadas en varias fachadas.Aunque el Grupo X de Homicidios de la Policía se encuentra investigando el caso, parece claro que el agresor estuvo deambulando toda la tarde del viernes por las calles del barrio. Algunos testigos, como Rafa, señalan que «miraba como con cara de loco».

En medio del dolor, la rabia y, en ocasiones, los nervios, los compatriotas de «Luisito» convirtieron la congregación en el lecho de su muerte en una improvisada manifestación. Desde el lugar del asesinato partía una pequeña protesta que acabó convirtiéndose en una manifestación hasta plaza de Castilla.

Hasta los juzgados

Su objetivo era plantarse ante la sede de los juzgados, donde, teóricamente, se encontraba el presunto asesino, y «pedir justicia ante un hecho como éste», señalaba Ángel Languasco.

Conscientes de que la manifestación no estaba autorizada, y bajo la atenta mirada de los agentes de cuatro dotaciones que se encontraban en la zona, unos 200 manifestantes recorrieron la calle de Bravo Murillo hasta llegar a la plaza de Castilla.

El tráfico tuvo que ser cortado parcialmente y la marcha se produjo sin incidentes. Hasta tres minutos de silencio se guardaron en varias ocasiones para recordar la figura de «Luisito».

Al frente de la manifestación se situaron sus propios padres, con la bandera de la República Dominicana en la mano. Y detrás, sus compatriotas, indignados por esta trágica muerte.

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