«Chile es lindo, pero soy feliz en Hernani»

Guipuzcoanos de adopción, cuatro inmigrantes describen las luces y las sombras de su periplo

Diario Vasco, LIDE AGUIRRE, 22-03-2009

DV. La vida de Nélida, Mohamed, Thupten y Ahmed dio un giro de 180 grados en el momento en que decidieron dejar atrás sus países, al menos geográficamente, y quedarse a vivir en Gipuzkoa. Ocurrió hace ya años. Con motivo del Día Internacional de Eliminación de la Discriminación Racial, estos cuatro nuevos guipuzcoanos relatan su experiencia desde su llegada.

NÉLIDA VILLEGAS

Chilena, vive en Hernani

«Me discriminaron más en Argentina»

«Chile es un país muy lindo – rememora Nélida con cierta nostalgia – pero soy muy feliz en Hernani. Este es mi pueblo favorito ¡y mira que conozco pueblos!».

El amor trajo a esta chilena de 51 años hasta Gipuzkoa. Natural de Puerto de San Antonio, muy cerca de Santiago de Chile, Nélida trabajaba de profesora en un centro educativo, hasta que hace dos años y medio subió a un avión y voló más de 12.000 kilómetros para reencontrarse con su pareja, Marco, un chileno que había llegado a Gipuzkoa en busca de un trabajo más estable que los que ofrecía Chile.

«Hemos tenido feeling con la gente de Hernani y nadie nos ha discriminado, al revés. Me he sentido más discriminada en Argentina, vecina de Chile, que en Gipuzkoa», apunta Nélida.

Dejaron mucho atrás – sus hijos, ya mayores, viven en EE UU y Chile – pero la pena, «que fue muy dura», aclara esta chilena, se vio compensada con una buena dosis de esfuerzo y suerte. No tuvieron problemas para encontrar trabajo. «Marco fue puerta por puerta por los polígonos de la zona, y en menos de cuatro días le llamaron para trabajar. Ahora ya es autónomo». Y a ella, una mujer que encontró por casualidad en la calle y «a la que no conocía de nada» le echó un cable a nivel profesional. Ahora es una «muy buena amiga». «Tuvimos mucha suerte con la gente, que nos ayudó a encontrar casa, trabajo y a amoldarnos. Los que venimos de fuera a veces nos quejamos de que no haya un feeling con la gente, cuando somos nosotros los que tenemos que adaptarnos, porque somos quienes nos introducimos en una cultura distinta. Y tenemos que aprenderla. Marco dice ‘yo soy vasco, a mí no me digas que soy chileno’», bromea. «Aprendemos palabras, e intentamos hablar en euskera».

MOHAMED EL – KOUCH

Marroquí, vive en Villabona

«Es necesaria una integración real»

Mohamed El – Kouch (Larache, Marruecos, 1976) cerró su cuaderno de viaje cuando llegó a Gipuzkoa hace ocho años. Antes, Barcelona, Madrid, Amsterdam, París o Londres fueron algunos de los destinos en los que, jovencísimo, trató de labrarse una vida mejor. Cuando llegó a Gipuzkoa en 2001, decidió que su viaje había terminado. Desde entonces ha solido volver a Marruecos, pero allí echa de menos Donostia, como aquí se acuerda de su país natal.

Mohamed encontró diversos trabajos en Gipuzkoa y ha tenido distintas ocupaciones – como electricista y empleado de una empresa de reparto, entre otros – pero su verdadera vocación la ha encontrado en su actual trabajo en un centro de menores en Villabona, donde puede ayudar a otros jóvenes inmigrantes y estar al tanto de sus problemas.

Mohamed asegura que se siente a gusto entre la sociedad vasca. «Es tranquila, civilizada y madura a pesar de las cosas que ocurren», explica.

Cuando él llegó, en el año 2001, aún no había mucha inmigración de origen magrebí en la zona, por lo que la gente se le acercaba más con «curiosidad por conocer una cultura nueva» que con la desconfianza que se ha generado en los últimos años en una parte de la sociedad.

Sin embargo, no cree que la diferencia de culturas impida un entendimiento. Él mismo tiene varios amigos guipuzcoanos y el origen no ha entorpecido esta relación. Aún así, Mohamed cree que es necesaria una mayor integración, una «integración real» de los inmigrantes con la gente autóctona. «Me gustaría, por ejemplo, que los centros fueran mixtos, con chicos de aquí, que se promovieran acciones conjuntas, que no estén aislados». Cuenta que, aun y todo, muchos chavales logran integrarse, hacen cuadrilla e incluso tienen novia guipuzcoana.

THUPTEN PALBAR

Tibetano, vive en Donostia

«El carácter vasco es parecido al tibetano»

«El vasco es serio, como los tibetanos, y me siento bien aquí, aunque me gustaría que se conociera más el terrible problema que vive el Tibet. Allí hay un dicho: hasta que no has convivido tres días con una persona no la conoces. Y creo que aquí la mentalidad de la gente es parecida».

¿Por qué eligió Gipuzkoa? «Me gustó. Yo tenía pensado otros destinos. Quería ir a Nueva Jersey. Tres veces lo intenté y tres veces el plan se frustró. El karma quería que acabara aquí», explica.

Así, a través de un amigo que vivía en San Sebastián, llegó hace ocho años a Gipuzkoa (antes había pasado otros dieciséis en Granada). « ‘Aquí me quedo’, dije. Me gustaron las montañas, el ganado, el mar». Y fue aquí, además, donde conoció a su mujer zarauztarra.

Antiguo monje budista y licenciado en filosofía, a este tibetano de 44 años le extraña que los vascos nunca identifiquen sus rasgos. «A primera vista creen que soy de Nepal, de Colombia, de Pekín… Sin embargo, es curioso, porque cuando les digo que soy del Tibet, les gusta, creo que porque somos parecidos».

Echando la vista atrás, Thupten recuerda que el motivo de su viaje fue mejorar su vida – «el mismo que nos mueve a todos», concreta – y las ganas por conocer otros mundos, otras culturas y otras formas de pensar. «No me gusta la discriminación, no tiene nada que ver con mi cultura: si mi mujer guipuzcoana viniera al Tibet, ella tendría los mismos derechos que las tibetanas en todo, incluso políticos. Somos un pueblo abierto, que respeta todas las culturas, religiones y pueblos», apunta.

AHMED ZAIDANI

Marroquí, vive en Azkoitia

«En Azkoitia respetan que mi mujer lleve velo»

Ahmed tiene 34 años y vive con su esposa y sus hijos en Azkoitia. Natural de Tánger, trabaja en una empresa de autobuses de la zona y relata que recibió mucha ayuda a su llegada hace nueve años. «Los azkoitiarras me parecieron gente muy maja cuando llegué. Me ayudaron mucho, y considero que tuve mucha suerte».

Licenciado en derecho, Ahmed se trajo su cultura musulmana a Gipuzkoa, pues no cree que deba abandonarla por estar en otro país. Esta actitud no le ha provocado problemas en el día a día en Azkoitia. «Me apoyaron. La verdad es que esta sociedad no tiene nada que ver con la de otras comunidades autónomas en cuanto a respeto y civilización, y ese es uno de los motivos por los que vienen los inmigrantes. La gente está muy contenta. Los azkoitiarras respetan mucho nuestra cultura. Mi mujer lleva sin problemas el velo musulmán». Cada año celebra el Ramadán, sin obstáculos laborales y con el respeto de la gente. «Aceptan nuestras creencias», dice.

Sin embargo, Ahmed tiene algunas reivindicaciones. Por ejemplo, que su mujer pueda renovar el permiso de extranjería sin problemas, ya que desde 1992 la ley permite que se pueda llevar el velo en la foto, «pero en San Sebastián, según quién te toque, no te deja, lo que no ocurre en otras comunidades».

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