Alta tensión en Tetuán tras el crimen de un dominicano

El Mundo, LUIS F. DURAN, 22-03-2009

Unas 200 personas exigen justicia e increpan a la Policía en una marcha por Bravo Murillo. Amenazan con movilizaciones diarias Los caribeños de Tetuán están sublevados. La muerte a tiros de un compañero dominicano de 22 años, a manos de un vigilante de seguridad en la noche del viernes, les tiene indignados y ayer tarde salieron a la calle reclamando justicia. Más de 200 personas se reunieron sobre las 17.00 horas en el lugar del crimen, la calle de Topete, y decidieron manifestarse por la calle de Bravo Murillo. Entre los manifestantes, la madre, la novia, que sale de cuentas el 5 de abril, y los dos hermanos de Luis.


Exaltados y casi en pie de guerra, los dominicanos advirtieron que están dispuestos a todo para que el crimen de Luisito, de 22 años, no quede impune. «Nosotros no creemos en su justicia.Este lo va a pagar caro», amenazaron los jóvenes más desafiantes que no podían contener su rabia.


Mientras, las mujeres lloraban y recordaban a Lucrecia, otra dominicana víctima del primer asesinato racista en España hace 17 años. Los inmigrantes caminaron entre gestos de rabia y dolor hasta las puertas de la plaza de Castilla. Allí proclamaron a voces que harán todo lo que puedan para que el vigilante pague por lo que ha hecho. «Luisito era un gran chaval, un chico inocente y lo han matado».


Luisito, pintor de 22 años, es el joven asesinado por el que los dominicanos amenazan con salir a diario a la calle. El pasado viernes por la noche Luisito iba por Tetuán en busca de su moto. El vivía en la calle de Hortaleza con su novia, embarazada de ocho meses y medio. Cuando caminaba por la calle de Topete un hombre le preguntó si vendía droga. Se trataba de un vigilante de seguridad que presuntamente caminaba por la zona en busca de cocaína. Confundió a Luisito con un traficante y le exigió que le vendiese polvo blanco, según la versión de los investigadores de la Policía Nacional.


El joven asesinado le dijo que no al vigilante y se dio la vuelta. Siempre según la versión de la Policía, el guardia de seguridad sacó un arma y le disparo dos tiros por la espalda.Luego huyó. Luis murió en el hospital Clínico dos horas después.


El presunto asesino fue capturado por los agentes de la comisaría de Tetuán, que rápidamente lo localizaron. El detenido dijo a los policías que había discutido con varios dominicanos cuando salía de su casa y poco después se había visto rodeado de cuatro o cinco de ellos. Sin embargo, los amigos del fallecido contaron ayer que fue un crimen cruel y a sangre fría. «No hubo motivos para matarle. El hombre se acercó a Luis y le pidió que le vendiera droga. Entonces, él contestó que no se dedicaba a trapichear y discutieron. Luego lo mató de un tiro».


El supuesto criminal responde al nombre de Luis Carlos P.P., de 38 años. Según las primeras investigaciones, iba de paisano y portaba un arma que ahora se investiga si era la reglamentaria en su trabajo o era una pistola particular. Los vigilantes de seguridad no pueden sacar el arma oficial fuera de su puesto, al contrario que los policías y los guardias civiles.


La misma noche del crimen los dominicanos se concentraron a la puertas de la comisaría de Tetuán, en la plaza de La Remonta.Fue necesaria la presencia de los agentes de la UIP (antiguos antidisturbios) para apaciguar los ánimos.


A lo largo de toda la mañana de ayer, los amigos y familiares de Luis se fueron concentrando en el pequeño caribe de Tetuán.En el lugar del crimen se montó un altar. Se colocaron velas y flores. Al mismo tiempo decidieron convocar una marcha para esa misma tarde.


Sobre las 17.00 horas unos 200 dominicanos se reunieron y muchos de ellos no podían reprimir su rabia. El despliegue policial era máximo. Agentes de la Policía Municipal, antidisturbios y funcionarios del distrito. Al principio hubo mucha tensión.


Los concentrados menospreciaron a la Policía llamándoles: «Asesinos, asesinos». «Quien lo mató, era un policía», eran las consignas que gritaban. Entre los manifestantes la madre de Luis. «Mi hijo acababa de pintar la habitación de mi nieta y de su niña. Le han matado cruelmente», lamentaba.


«No era un vigilante era un policía el que lo mató», llegaron a decir los manifestantes que portaban carteles con la foto de Luis y debajo el lema: «Matan a Luis, ni olvido ni perdón». «Somos extranjeros, merecemos un respeto», repetían los dominicanos que, finalmente, se lanzaron a la calle de Bravo Murillo cortando el tráfico. Decidieron caminar bajo la escolta de la Policía por la vía hasta los juzgados de plaza de Castilla. «Es que no podemos cruzarnos de brazos porque han matado a un hermano», decía uno de los caribeños.


Ya en plaza de Castilla los concentrados se reunieron arropando a la madre, la novia y los hermanos de Luisito. «Vamos a seguir manifestándonos hasta que sepamos la verdad.


Nosotros no tenemos arma, no queremos problemas y no vamos a aceptar excusas. Que luego no digan que el vigilante tenía problemas de drogas y otras cosas. Que le caiga la cadena perpetua y pague por lo que ha hecho», arengó un hombre. Otra mujer gritó a los concentrados. «Están abusando de nosotros».


A la concentración acudieron también representantes de la embajada de la República Dominicana que anunciaron que, conjuntamente con los vecinos, van a pedir una reunión con la Delegación de Gobierno. Además, la embajada ha ofrecido toda su ayuda a la familia.


‘Esto es como el crimen de la hermana Lucrecia’


«Hace 17 años mataron a nuestra hermana Lucrecia y la asesinó un Guardia Civil en Madrid. Ahora han matado a otro hermano, a Luisisto y es de nuevo un vigilante. Queremos que la condena sea máxima», arengó ayer tarde Angel Languasco, del Movimiento Popular Dominicano en el exterior. Y es que, en el ánimo de todos los dominicanos que se manifestaron ayer por el barrio estaba presente la memoria de Lucrecia Pérez, víctima en noviembre de 1992 de un asesinato racista. «Lucrecia fue un símbolo para todos nosotros y esto es como ese crimen y Luisito va a ser otro nombre que vamos a llevar para siempre en nuestro corazón», decía otra mujer a la muchedumbre.

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