Netanyahu pacta un Gobierno con la extrema derecha

El País, JUAN MIGUEL MUÑOZ, 17-03-2009

Toma cuerpo el Gobierno de Israel. El designado primer ministro y jefe del Likud, Benjamín Netanyahu, camina sobre un sendero idéntico al que siguió en 1996 y, forzado por la negativa del liberal Kadima a sumarse a la alianza, forja un Ejecutivo de extrema derecha que contará con un halcón – Avigdor Lieberman, líder del radical Yisrael Beiteinu (Nuestra Casa Israel) – como jefe de la diplomacia.

La última palabra no está dicha. El pacto contiene una cláusula que establece que Lieberman será canciller si al Ejecutivo no se suma finalmente la presidenta de Kadima, Tzipi Livni. Tildado de “racista”, el dirigente que acapara el voto de la minoría rusa suscita las iras de la minoría árabe de Israel, y despierta recelos en Estados Unidos, la UE y en toda capital de Oriente Próximo.

Queda tiempo hasta el 3 de abril para recabar el respaldo parlamentario, y Netanyahu hará lo posible – sin proclamar nunca que la solución del conflicto es la fundación de un Estado palestino, tal como plantea Livni – para que la jefa de Kadima se suba al carro. La coalición más verosímil es la formada por el Likud, Yisrael Beiteinu, los ultraortodoxos del Shas y de la Unidad por la Torá y el Judaísmo, y la Casa Judía, partido que se nutre en la derecha religiosa y nacionalista: los colonos. Suman 61 de los 120 escaños de la Kneset. El partido de Lieberman también asumiría las carteras de Seguridad Pública, Inmigración, Turismo e Infraestructuras.

Es una alianza inestable, a expensas de los caprichos de unos socios que nunca han demostrado fiabilidad. Lo sabe Netanyahu porque su primera etapa como primer ministro (1996 – 1999) estuvo marcada por las fricciones con dirigentes de su propio partido y con las formaciones que representan a los colonos y a los ultraortodoxos. Según partía hacia EE UU para negociar con los palestinos, sus aliados extremistas le dejaron en minoría en la Cámara. En las elecciones posteriores, ganó el laborismo de Ehud Barak.

Lieberman, que ha propuesto el empleo del arma nuclear en Gaza y lanzar a los prisioneros palestinos al mar Muerto, ha pactado con Netanyahu que uno de los objetivos será “derribar al Gobierno de Hamás”. Una misión que, visto lo sucedido en la reciente guerra de Gaza, sólo sería posible perpetrando una matanza descomunal. También mandó al infierno al presidente egipcio, Hosni Mubarak, socio crucial de Israel en Oriente Próximo, y se declara dispuesto a dibujar nuevas fronteras para Cisjordania y a un intercambio de territorios en un eventual acuerdo con los palestinos. Todo con tal de que Israel se convierta en un Estado judío sin presencia de ciudadanos árabes.

Sin la participación de Livni en el Gobierno, este político radical – visto por prominentes académicos como un peligro para el Estado democrático – es un socio indispensable que aporta 15 diputados a la alianza de Netanyahu.

Livni exige la rotación. Netanyahu ejercería de primer ministro durante dos años, para ser sustituida después por la presidenta de Kadima. Es una alternativa que pierde fuste cada jornada que pasa. Pero nada hay imposible en la política israelí. La semana pasada ambos dirigentes sostuvieron dos reuniones secretas que sólo trascendieron días después, una extrañeza porque en Israel todo se filtra con rapidez inaudita.

El panorama se asemeja al de 1996. “Formar un Gobierno de extrema derecha y con los ultraortodoxos fue el error más grave de mi vida”, dijo años más tarde Netanyahu. Livni (que aboga por crear un Estado palestino, aunque el Ejecutivo del que es parte ha ampliado asentamientos en Cisjordania y promovido la judaización de Jerusalén Este) no le deja otra vía de escape. La mayoría de analistas dicen que la ministra de Exteriores pretende dejar que la frágil coalición encabezada por el Likud colapse en unos meses para tomar el relevo.

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