Canarias sufre una avalancha de menores inmigrantes que confirma la tesis más pesimista de Paulino Rivero: las mafias han elegido las Islas como puerta de entrada a Europa ante la mirada indolente del Gobierno de Zapatero.

En tres meses han llegado más de 150 niños que por consideraciones jurídicas deben permanecer en suelo español: por un lado, Canarias los tutela, pero carece de facultades para repatriar;y por otro, el Estado no puede expulsarlos porque no los custodia. Un lío monumental que tiene como víctimas activas, a los propios menores, y como sufridor pasivo, a la Comunidad canaria, cuyo territorio e infraestructuras son insuficientes para la que se avecina.

Lo más sangrante del caso es que el Gobierno central mira para otro lado, como si el Archipiélago fuera un laboratorio de cobayas con los que experimenta y presiona a los países emigrantes. La consejera de Asuntos Sociales, Inés Rojas, tuvo ayer la valentía de soltar en el Parlamento una carta de la vicepresidenta, María Teresa Fernández de la Vega, en la que el Estado se plantea la posibilidad de albergar a 183 menores.

¡183 plazas para más de un millar de pequeños que residente en las Islas son una afrenta!

La inmigración es un problema de calado tan gordo que exige soluciones de Estado y, por extensión, de auspicio europeo. En 2002, cuando gobernaba el PP de Aznar, el candidato a las europeas de junio, Juan Fernando López Aguilar, aseguró en el Congreso que la imigración «es un problema de Estado». López Aguilar lo ha olvidado porque su estrategia es demoler al Gobierno autónomo como pueda, aún a riesgo de colocar a las Islas al borde de su paciencia. Canarias llegó hace años al borde de su capacidad (mil niños en la actualidad y 6.000 arribados en 10 años). Si el PSOEinsiste en prolongar la insolidaridad de las demás comunidades autónomas para el equilibrio territorial y la asistencia humanitaria de los menores, incurrirá, primero, en una irresponsabilidad de calado y, después, en un trapiés que le pasará factura electoral al propio López Aguilar.