¡VAYA HUMOS!

La crisis se ceba con los 'panchitos'

El Mundo, Juan C. Laviana, 12-03-2009

Mucho se luchó por una ley de extranjería justa, para que hubiera papeles para todos, por atraer a este país, y por tanto a esta ciudad, mano de obra que supliera nuestras carencias de natalidad, de población y en consecuencia de mano de obra. Vamos, que necesitábamos de forma inminente trabajadores para desempeñar los oficios despreciados por nosotros los nativos, operarios que pagaran impuestos que permitieran mantener nuestro Estado de bienestar: prestaciones de desempleo, pensiones, viajes del Imserso. Vamos, que nos garantizaran el porvenir que nosotros fuimos incapaces de asegurarnos. No se nos caían los inmigrantes de la boca, ya fuera como arma política o para protestar porque nuestros vecindarios cada vez se parecían más a los barrios de Quito.


«Pancho de mierda… fuera de aquí. Si vuelves te mato». Esta lindeza le soltó un vecino de Fuenlabrada a un agente inmobiliario colombiano, mientras le propinaba una soberana paliza. Los hechos tenían lugar a plena luz del día en el portal de una casa, justo enfrente de un parque infantil, donde en aquel momento se encontraban numerosas personas. Sólo una mujer acudió e interrumpió la paliza cuando el agresor había empotrado a Hernán Alonso contra los cristales de la puerta. El vecino, que no parecía muy afectado, subió a su casa y volvió al portal, acompañado de su perro, al que al parecer tenía que pasear. La escena lo dice todo.


Son el eslabón más débil de esta cadena que la crisis está a punto de romper. Ahora los panchitos sobran. Damos facilidades para que se vuelvan a su país, endurecemos las medidas para que no se nos cuelen, expulsamos a todos los que antes permitíamos vivir aquí alegremente, incluso hasta se les dieron cupos a la policía para localizar a los ilegales, aunque, eso sí, no de forma oficial. Ahora que nadie se acuerda de ellos, aparecen los primeros en las listas de morosidad, acaparan las colas de los comedores de las Hermanitas de la Caridad, las parroquias anuncian que han acabado sus existencias de ropa de segunda mano.Ahora es el momento de las políticas sociales. ¿O es que sólo es problema de la Iglesia darles de comer y vestirles?

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