Crisis económica, inmigración y preferencia nacional

Diario de noticias de Gipuzkoa, agustín unzurrunzaga, 21-02-2009

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La crisis económica está afectando a los trabajadores y trabajadoras independientemente de su origen nacional. Aumenta el número de personas que están en situación de fuerte exclusión social, el número de personas que van al paro y el número de personas que trabaja con contratos muy precarios.

Pero no afecta a todas las personas de la misma manera. Las personas inmigrantes, especialmente las extracomunitarias, se encuentran en una situación particular, dependiendo de un permiso de trabajo que hay que, primero conseguir y luego renovar. Esta dependencia administrativa especial es algo que se añade a una situación general complicada, lo que debilita aún más su situación. No poder renovar el permiso de trabajo y residencia implica, en algunos casos, pasar a la irregularidad y, en otros, tener que empezar de cero pidiendo un permiso por arraigo social, que en algunos casos puede ser solo de residencia, sin derecho a trabajar.

Esa dependencia les es propia, no la tienen los trabajadores y trabajadoras comunitarios o los que tienen nacionalidad española.

Durante el año 2008 el número de denegaciones de renovación de los permisos de trabajo y, a partir de ahí la residencia, ha aumentado enormemente, siendo los motivos principales no tener las cotizaciones necesarias para renovar (como regla general, tener cotizado como mínimo seis meses por año); el disponer de trabajos con ingresos inferiores al salario mínimo interprofesional; disponer de un contrato que a juicio de la administración no garantiza la continuidad de la relación laboral; que el empresario contratante no disponga de los medios necesarios para hacer frente a las obligaciones dimanantes del contrato de trabajo; que el empresario contratante tenga problemas de impagados con la Seguridad Social o con Hacienda.

En 2009 seguimos con la misma tónica, agravada incluso. Esas denegaciones muestran que una parte importante de esas personas trabaja con contratos precarios, contratos para obra o servicio determinado o eventuales por circunstancias de producción, contratos que se rescinden al primer soplo de aire adverso.

A lo anterior hay que añadir la debilidad comparativa de su red social, de su colchón social, y el hecho de que, en no pocas ocasiones, su familia, a la que hay que sostener, se encuentra total o parcialmente en el país de origen. Por tanto, que lo que aquí ocurre también repercute allí.

Y no nos podemos olvidar de la xenofobia cotidiana, de las insinuaciones de que sobran, de que están ocupando un sitio que no deberían ocupar, o de que si se fuesen el dinero que las diferentes administraciones destinan a prestaciones sociales se repartiría entre menos gente, tocando más a cada uno. Este tipo de ecuaciones son totalmente falsas, pero en estos tiempos de crisis, desgraciadamente, tienen un cierto predicamento.

Es necesario que el movimiento obrero tome en consideración esas cuestiones específicas que afectan a una parte de la población trabajadora, tanto en lo que hace a las reivindicaciones a plantear como en las negociaciones que se tengan con la patronal y las diferentes administraciones.

Y lo tiene que hacer desde la reivindicación de la igualdad, de la igualdad de derechos y la igualdad de oportunidades de los trabajadores y trabajadoras que se encuentran aquí, sin caer en la tentación de dar rienda suelta a la preferencia nacional.

Hacer frente a los problemas laborales reivindicando la preferencia nacional se está extendiendo por diversas partes de Europa y del mundo. Obviamente, las situaciones a las que muchos trabajadores y trabajadoras tienen que hacer frente no son sencillas, ni aquí, ni en Gran Bretaña, ni en Irlanda, ni en la república Checa, ni o los Estados Unidos de América, y conviene tener en cuenta la totalidad de connotaciones y ángulos que tienen sus reivindicaciones.

Pero a la vista de los conflictos y propuestas que se están haciendo en los países que he citado y en otros, me parece que hay que huir de tres tipos de errores.

Uno, el de considerar que las reivindicaciones de los trabajadores, por ejemplo en la huelga en la refinería de Lindsey (Lincolnshire, Gran Bretaña), nada tiene que ver con la xenofobia, sino que, en el fondo, y aunque los actores no sean muy conscientes, con una lucha contra las directivas europeas que favorecen el dumping social. Dos, considerar que todo se reduce a la xenofobia, en ese o parecidos movimientos huelguísticos. Tres, no tomar suficientemente en consideración la situación de paro local o zonal y las consecuencias que ello tiene entre los trabajadores.

El problema con ciertas directivas europeas es real, y el movimiento obrero haría bien en reivindicar su modificación con el criterio de fondo de reivindicar la igualdad de derechos. Pero es falso, rematadamente falso, que se puedan combatir adecuadamente esas directivas europeas o las situaciones de paro local o zonal basándonos en los eslóganes y las ideas de la extrema derecha europea.

Los trabajadores de la refinería de Lindsey se pusieron en huelga con la consigna de “empleos británicos para trabajadores británicos” eslogan histórico del Partido Nacional Británico, de extrema derecha. Desgraciadamente, ese eslogan, en su forma literal, fue utilizado por el actual primer ministro Británico, Gordon Brown, en el último congreso del Partido Laborista, el 24 de septiembre de 2007. Que líderes laboristas se hayan dejado arrastrar por la pendiente del populismo no modifica en nada la esencia xenófoba de ese tipo de ideas y consignas.

Ni la clase obrera ni el movimiento sindical organizado son virtuosos per se o por imperativo histórico. Es cierto que el movimiento sindical, en sus más de cien años de historia ha contribuido de manera muy importante a la lucha contra las desigualdades, las discriminaciones y por la igualdad de derechos de cientos de miles de trabajadores y trabajadoras.

Es cierto que es el movimiento social que más ha contribuido a la integración de los trabajadores y trabajadoras, independientemente de su origen nacional. Pero también es cierto que siempre ha estado atravesado, en toda su historia, por ideas y por prácticas xenófobas, especialmente en momentos de crisis económica o de crisis social.

No es apelando a la preferencia nacional, al capital biológico, a la protección especial por parte del estado de los denominados autóctonos como podremos hacer frente adecuadamente a los problemas causados por la crisis económica. Una de las razones de ser del movimiento obrero organizado es la de eliminar la competencia entre trabajadores, lo que nos llevará a siempre a reivindicar la igualdad en el terreno de la contratación, el trato y los derechos, a disminuir al máximo las diferencias.

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