"Hay inmigrantes que invirtieron aquí para integrarse, pero están en paro y han tenido que salir"

Lo normal es dejar de abonar pagos menores como un electrodoméstico, la reparación del coche o tarjeta de débito

Diario de Noticias, ana ibarra, 17-02-2009

pamplona. Los inmigrantes destacan entre las economías en quiebra que han visto cómo ha crecido de manera imparable la cuota de su hipoteca sin disponer de los recursos necesarios para salir adelante. “Se están dando muchos casos porque son los primeros en ser despedidos”, unido al hecho de que se “les ha dado muchas facilidades para obtener un préstamo con el 100% del coste”. El magistrado juez Fernando Poncela, titular del Juzgado de Instrucción nº 6 de Pamplona reconoce que la situación de los extranjeros es delicada ante la crisis. “Los que somos de aquí tenemos a la familia como colchón por si te vienen mal dadas, pero no es el caso de los inmigrantes”, y añade que “los inmigrantes han hecho un esfuerzo importante de integración y en lugar de invertir en su país de origen lo han hecho aquí, pero ahora es cuando se ven frustradas sus expectativas”. “Conozco algún caso de inmigrante que se ha marchado a su país dejando la casa que compraron y la deuda, ignorando además que el banco no se va a cobrar sólo con la vivienda porque no es lo mismo el dinero por el que se pagó en su día un inmueble que el que se obtiene en pública subasta. Y la deuda se verá incrementada por los intereses”, agrega.

Otro grupo en riesgo lo forman aquellas parejas que confiaban en dos salarios y de pronto ven cómo uno de los dos sueldos desaparece y “ya no llegan”. Otro segmento lo integrarían personas que compraron una vivienda para especular “y se encuentra que ya no es negocio”.

Al juzgado llegan todo tipo de demandas promovidas por bancos, particulares y empresas. “Una empresa de la construcción que no paga al proveedor de cemento, la compra de un lavavajillas en un comercio financiada que no se termina de pagar, un uso indebido de una tarjeta comercial, la reparación del coche…”, indica. De hecho, son más frecuentes estos pequeños impagos entre las familias que el del principal bien patrimonial como es la vivienda: “Lo normal es dejar de pagar deudas menores”. Este tipo de embargos menores se hace sobre los bienes del deudor, es decir, nóminas, saldos bancarios, vehículos… “algo equivalente a la deuda no todos los bienes”. “Ahora bien, si su único bien es la casa, y tiene por ejemplo unas pensiones inembargables (inferior al salario mínimo), puede ocurrir que sin tener una deuda excesiva pierda al final su patrimonio porque se le embarga la vivienda. En ese caso, se pagará al acreedor la deuda y el resto del dinero se le entregará al deudor aunque habrá perdido la vivienda”, expone. Cuando la insolvencia llega a un extremo que no puedes ni pagar la vivienda es cuando el banco te reclama extrajudicialmente y luego interpone el procedimiento hipotecario. En caso de que no se pague, “se ejecuta el bien lo que significa su venta mediante subasta”. “Vender la vivienda no significa salvar la deuda porque la vivienda se puede malvender y quedar pendiente dinero por cobrar”, observa. Al deudor por otro lado, admite, se le dan muchas oportunidades para que pague, lo que ocurre es que muchas veces no está en condiciones de pagar ni de que otra persona le preste su dinero para cubrir ese agujero.

subastas Las subastas se realizan en el juzgado, en presencia del secretario judicial, y cualquiera puede participar. Sin embargo, hay subastas que queden desiertas porque no acude nadie a licitar, la mayoría por falta de liquidez. “Hay una retracción del consumidor incluso de profesionales. Lo que necesitan es crédito o dinero líquido. A veces se deja que transcurra esa primera subasta y que se abarate el precio”, indica. Las reglas del mercado han cambiado. “Al consumidor se le otorgaban muchas facilidades para obtener crédito y tenía confianza en la persistencia de su trabajo, y por otro lado, las entidades financieras tenían confianza en la revalorización del bien con el tiempo. Lo que ha ocurrido es que los unos están perdiendo el trabajo y los bienes perdiendo el valor. Si le añadimos el hecho de que no haya tantos compradores por falta de crédito y por la confianza de que esperando un poco más puedan obtener lo mismo a menos precio, se entiende que haya subastas que queden desiertas”, indica Poncela.

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