Contra la crisis, la Europa social

La Vanguardia, , 09-02-2009

SE suceden las huelgas y las manifestaciones en el Reino Unido contra la contratación de trabajadores de otros países europeos. “British jobs for british workers!”. La frase que preside la protesta, “¡empleos británicos para trabajadores británicos!”, no es creación de los obreros, sino del primer ministro Gordon Brown, que la pronunció en el congreso del Partido Laborista. La respuesta gubernamental a la exigencia de los trabajadores es titubeante. Mientras unos ministros y diputados laboristas han criticado la acción de los huelguistas, otros han mostrado su comprensión de los problemas de los parados británicos. Desbordado por los acontecimientos, denunciaba Brown en Davos el proteccionismo económico, pero justificaba en los Comunes su promesa de “empleos británicos para trabajadores británicos”. Brown parece haber perdido el halo de grandeza que logró en los primeros compases de la crisis cuando lideró las medidas europeas para reforzar el sistema financiero.

La crisis ha convertido en inservible el manual de respuestas. Las mismas dudas y contradicciones que asaltan al Gobierno británico acosan a los gobernantes del resto de los países desarrollados, España incluida. Habíamos asistido a formidables temblores bursátiles y financieros. Ahora asistimos a los primeros terremotos de carácter social. No los habíamos notado antes porque las primeras víctimas de la crisis han sido los trabajadores inmigrantes. El brusco parón económico ha causado una súbita caída del empleo. Lo estamos viendo, por desgracia, en España. La tendencia, aunque algo menor, es igual en toda Europa. Si la caída continúa, la pobreza resultante será devastadora, y las tensiones sociales se agravarán hasta extremos insospechados. Cuanto peor sea la realidad cotidiana de las clases medias y trabajadoras, más cundirá la tentación de buscar en el extranjero al causante del mal. Los partidos extremistas intentarán aprovechar tal circunstancia. Pero, para atemperar la ira social y para impedir que el malestar derive en xenofobia y populismo, no bastarán las buenas palabras. Ni las ayudas sociales. Y, por supuesto, de nada servirán los discursos proteccionistas, lo explicábamos el sábado. La promesa de Brown demuestra, precisamente, que el proteccionismo acaba siempre desbordado por el populismo nacionalista.

No hay que olvidar la lección de la historia: el ascenso del nazismo y de los fascismos europeos es paralelo a la depresión de los años treinta, que causó estragos en el empleo. Ha llegado la hora de la Europa social. Si las leyes europeas, de acuerdo con la ortodoxia liberal, han estado fomentando la movilidad laboral y de capitales, deben ahora dar respuesta a las derivadas sociales de la crisis, favoreciendo la armonización de derechos, introduciendo cláusulas contra el dumping social y fomentando la unidad de la ciudadanía europea ante el resurgir de la tentación nacionalista y populista, causante de aquella catastrófica Segunda Guerra Mundial.

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