El maná de Anuar

15.000 mujeres marroquíes son contratadas tras una dura selección para trabajaren los campos de fresa por 37 euros diarios, dinero que estirarán meses y meses

El Correo, PAULA ROSAS, 08-02-2009

Los 3.000 euros van a dar para mucho, piensa con ilusión Anuar Zouhra mientras espera, junto a otros cientos de mujeres, en el patio de la Casa de la Juventud de Mohamedía. Enseña, sin que se lo pidan, su carné de identidad a todo el que tenga pinta de español y pase cerca del corrillo donde aguarda. Es viuda y tiene tres hijos. De profesión es costurera. En su pueblo, en la región de Kenitra, al este de Casablanca, hace arreglos de ropa y a veces borda.

Si hay suerte, el hombre del megáfono dirá su nombre y podrá pasar a hablar con «los jefes de la fresa». Sólo le traiciona su edad. Tiene 45 años, el límite permitido, y le preocupa que este detalle eche al traste sus planes. Tres mil euros, vuelve a repetirse, dan para mucho.

Anuar podría ser una de las casi 15.000 mujeres marroquíes que este año recogerán la fresa de Huelva. Son contratadas en origen, un cuento de inmigración con final feliz. Con pericia, aprendida durante toda una vida en el campo, estas mujeres recolectarán con delicadeza la fruta. Durante los dos meses que pasarán en España, ahorrarán todo lo que puedan y luego volverán a sus casas. Cobrarán una paga de 37 euros al día por una jornada de unas seis horas y media, igual que los españoles. El dinero se estirará, una vez en Marruecos, meses y meses.

La Casa de la Juventud de Mohamedía, una ciudad dormitorio cercana a Casablanca, bulle de actividad. Reconvertida por unos días en centro de contratación y formación de trabajadoras, es un ir y venir de mujeres. Técnicos de Freshuelva, la asociación sectorial que agrupa a la práctica totalidad de los productores de fresa de la provincia onubense, revisan cada día miles de solicitudes de posibles trabajadoras. Antes han sido preseleccionadas por la Anapec, la agencia marroquí de empleo. «La preselección es tan buena que una vez llegan aquí se contrata al 95% de ellas», admite María José Martín, técnico laboral de Freshuelva.

Hay varios requisitos fundamentales: deben ser casadas, viudas o divorciadas, pero con hijos a su cargo. Tienen que proceder del medio rural, «cuanto más lejos de las ciudades mejor», explica Ahman Zeit, responsable de la Anapec en el centro de Mohamedía, «para que así no estén contaminadas por la vida urbana». Deben tener entre 18 y 45 años, experiencia en el campo y buena forma física. Y, desde este año, no deben tener ningún familiar en España. Así se asegura el retorno y, con él, el éxito del proyecto.

Desde que, en 2004, se inició la contratación en origen de temporeras marroquíes para la campaña de la fresa de Huelva, se ha recorrido un largo camino. La primera hornada de recolectoras se quedó casi al completo en España. Eran 760 mujeres y la tentación estaba demasiado a mano como para regresar. Los requisitos se han ido endureciendo progresivamente, hasta el punto de que el año pasado sólo el 3% de las 13.600 trabajadoras permaneció en España de forma ilegal.

Formación

«En Huelva, la migración circular es un éxito», asiente orgulloso el alcalde de la localidad onubense de Cartaya, Juan Antonio Millán, que se ha desplazado a Marruecos para supervisar el proceso. Su ayuntamiento es el promotor del proyecto ‘Aeneas Cartaya’ que, financiado por la Unión Europea, facilita la contratación en origen de temporeras marroquíes. Gracias a esta iniciativa, las trabajadoras reciben una pequeña formación antes de partir hacia Huelva, así como unas charlas de sensibilización.

A Fatna Belganui, de 36 años, le han explicado por primera vez cómo se utiliza una tarjeta de crédito. Viene de Souk Tlet Gharb, un pueblo al norte de Rabat, y pocas veces ha salido de su provincia. Como la mayoría de sus compañeras, jamás ha utilizado el cajero de un banco, y ni siquiera posee una cuenta en una entidad bancaria. Tras firmar el contrato que la llevará a España, ha asistido a las pequeñas charlas que se imparten en la misma Casa de la Juventud. En ellas se anima a que se abran una cuenta de banco en España y otra en Marruecos para transferir su salario y «para evitar que les engañen o les roben», explica Zeit.

Fatna escucha en silencio las palabras de una compatriota que, con la ayuda de un proyector, explica cuál es la moneda en España, compara precios entre los dos países y apunta algunas diferencias culturales. En un vídeo, varias chicas explican cómo ha sido su experiencia en el país vecino. También se habla de cómo se organiza el retorno a Marruecos y sobre los peligros de quedarse ilegalmente.

«Se les explica la vulnerable situación en la que se encontrarán si deciden no volver al final de la campaña, tal y como estipula el contrato», explica Zeit. «Serán clandestinas, no podrán circular libremente ni trabajar», continúa el funcionario.

Pero Fatna piensa volver. Tiene dos hijos, y su marido la espera a la salida de la Casa de la Juventud. En la amplia sonrisa de ambos se adivina que el dinero no sobra en esa casa, y que los dos meses de trabajo en España van a caer como agua de mayo.

«Las temporeras marroquíes trabajan maravillosamente, son excelentes ciudadanas y la convivencia es fácil». El alcalde de Cartaya se deshace en halagos con ellas. No en vano suponen una pieza fundamental en la recogida de las 200.000 toneladas de fresón que se producen en la provincia, para lo que hacen falta unas 90.000 personas.

Casos de corrupción

Los productores de Huelva comenzaron a contratar a trabajadores extranjeros en origen en 1999. En el año 2000, seiscientas polacas llegaron a la provincia para recoger la fresa. La particularidad de esta fruta, que requiere un cuidado especial a la hora de cosecharla, y la mayor flexibilidad femenina para agacharse y llegar bien a los arbustos, hacen que los productores prefieran contratar a mujeres.

El número de trabajadoras se fue multiplicando exponencialmente a lo largo de los años, hasta llegar a las 30.000 rumanas, polacas y búlgaras que llegaron en 2006. «Sin embargo, en Rumanía, por ejemplo, nos hemos encontrado con muchas dificultades por la corrupción estatal para consolidar el proceso», reconoce Millán. Por eso, y por su mayor condición rural, las marroquíes han ido desplazando a otras trabajadoras procedentes de países del Este de Europa.

Labbat Hafida llora a las puertas de la Casa de la Juventud. El año pasado estuvo en Huelva, pero este año han rechazado su solicitud sin darle motivos. Tiene tres hijos y las cuentas ya no le salen para mantenerlos adecuadamente.

Según el programa ‘Aeneas Cartaya’, las trabajadoras que cumplen todas las condiciones un año y realizan bien su labor, tienen la garantía de volver a ser contratadas en la campaña siguiente. Así se fomenta el retorno voluntario, que la mayor parte de ellas cumplen a rajatabla. Pero Labbat ha sido rechazada e intenta desesperadamente hablar con algún responsable.

«Gracias, gracias»

Los productores se comprometen a gestionar con los consulados de España en Marruecos los visados de las temporeras, así como el transporte desde Tánger, primero en ferry y luego en autobús, hasta los municipios freseros. También se encargan del alojamiento, uno de los puntos débiles del programa. Según explica Ahman Zeit, las marroquíes vuelven generalmente muy contentas de España, pero algunas se quejan de que los alojamientos que se les proporcionan no son cómodos. A otras les hubiera gustado trabajar más meses. Y algunas se sienten impotentes por la dificultad para comunicarse.

Tras mucho suplicar, Labbat ha conseguido finalmente entrar al centro de contratación para hablar con los responsables. Trae una carta que le envió el patrón que tuvo el año pasado en Huelva, donde vuelve a solicitar sus servicios. Un técnico de Freshuelva y otro de la Anapec la escuchan y hacen varias llamadas. Todo se trataba de un error. Labbat volverá a ser contratada aunque por su edad, 45 años, quizás sea la última vez. Labbat se seca las lágrimas y chapurrea en un español farragoso: «Gracias, gracias».

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