«La resurrección de la extrema derecha es el gran peligro de la crisis económica»

El maestro de los historiadores europeos critica el déficit actualde coordinación internacional

El Correo, IVÁN ALONSO, 08-02-2009

Si hay una persona capaz de representar el siglo XX, ése es el historiador británico Eric Hobsbawm (Alejandría, 1917). Cuando nació, Hitler sólo era un cabo del Ejército alemán, en un contexto europeo en el que aún existían los grandes imperios. Llegado a Bilbao para participar en el Festival de las Letras Gutun Zuria, que organiza La Alhóndiga, consiguió llenar ayer el auditorio del museo Guggenheim, donde impartió una conferencia sobre la memoria y la historia. Quien titulara su autobiografía ‘Años interesantes. Una vida en el siglo XX’ (Crítica) se muestra aún preocupado por los grandes asuntos de la actualidad. «Yo soy un historiador que habla de temas del futuro», dice con resignado orgullo, y arroja sobre el presente la mirada lúcida del estudioso acostumbrado a pensar a largo plazo.

- Recorrer su biografía es pasar por todos los extremismos políticos e ideológicos que han desangrado el pasado siglo. ¿Vivimos todavía bajo ese peligro?

- En cierto sentido, sí. La tecnología y la ciencia continúan acelerándose sin precedentes. Han transformado el mundo en los últimos 50 años y siguen alimentando más extremismos. Pero pienso que, en cuanto a las ideologías, estamos por fin más allá de una versión laica de las ‘guerras de religión’.

- Por tanto, sería imposible una vuelta a los sistemas totalitarios.

- No creo que sea factible una renovación de experimentos tan radicales como las economías planificadas sin mercado de la antigua Unión Soviética ni, por otro lado, de la ‘anarquía burguesa’ de los últimos treinta años, en la que el mercado gobernaba solo.

- Entonces ¿la historia se ha acabado?

- Ésa es una idea que lanzó el politólogo Francis Fukuyama, que desde luego no tiene razón. Él es uno de los inventores y representantes de aquel experimento ideológico por el cual el mundo iba a ser gobernado por el modelo económico occidental. Dijo en un momento dado que la sociedad de consumo era la única y verdadera sociedad democrática. Fíjese, la única capacidad de decisión iba a ser la del comprador en el supermercado.

- Bien, pero vencidas esas dificultades, ¿qué extremismos acechan al hombre contemporáneo?

- El peligro del siglo XXI está en el aumento actual de elementos fundamentalistas en todas las religiones tradicionales. No sólo en la islámica, sino en las cristianas de todo tipo, en la judía e incluso en la budista. Por suerte, hasta la fecha, estas tendencias son minoritarias, al igual que el nacionalismo radical que a veces aparece también combinado con extremismos religiosos.

- ¿Estamos entonces abocados al ‘choque de civilizaciones’?

- De momento, creo que eso se puede controlar y que no representa la norma en la sociedad. Pero uno de los peligros más serios de la crisis económica actual es la resurrección de la extrema derecha, como sucedió con el partido nazi en Alemania a finales de los años veinte. Antes del ‘jueves negro’ de Wall Street en 1929, Hitler perdía en las elecciones y menos de cuatro años después era investido canciller.

Xenofobia y paro

- ¿No estaremos entonces camino de regresar a esos horrores?

- La política económica de los gobiernos de los últimos treinta años ha sido hecha sin el menor cuidado sobre los efectos que sufriría la clase trabajadora. Una cierta reacción contra esta política es natural, pero una reacción xenófoba es peligrosa. Esto sucede en la medida en que durante los últimos diez años la UE ha permitido una inmigración sin precedentes, lo que crea tensiones cuando llega el paro.

- En los últimos días se han visto manifestaciones xenófobas de trabajadores en su país.

- Lo que sucede es que la vieja clase obrera ya no existe en los países industrializados y, lo que es peor, las ideologías de la izquierda, descendientes de los valores de la Ilustración, la Revolución francesa, el liberalismo y el socialismo han perdido efecto e influencia. Y por eso, el peligro es que una gran parte de la clase obrera esté abierta a la ultraderecha. De ahí viene la imagen que cita de los obreros gritando: «¡Trabajo inglés para los trabajadores ingleses!».

- Hablando de la situación económica, la gente está asustada ante la actual crisis. ¿Cómo puede tranquilizarles un historiador?

- Explicándoles que lo único que está pasando es que se está terminando el ciclo económico que empezó en el año 1973, curiosamente con otra crisis, la que entonces se dio a conocer como ‘del petróleo’. La economía capitalista tiene un ritmo propio con ciclos largos y otros cortos que se suceden. Uno de los más estables fue el período de crecimiento después de la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo.

- Pero algunos analistas están comparando esta situación con la Gran Depresión de los años treinta.

- Nadie sabe aún hasta dónde va a avanzar la crisis. Sucede que parece más generalizada que la gran crisis de los años treinta porque en aquel entonces la globalizacion no había avanzado y un inmenso país como la URSS estaba fuera del sistema económico. Otro factor que la diferencia es que ha coincidido con una migración de la geografía económica del mundo desde los viejos Estados – nación industrializados hacia los países emergentes.

- ¿Las medidas correctivas que están aplicando los estados le parecen efectivas?

- Falta coordinación internacional. Es un problema mundial que va más allá de la capacidad de los Estados nacionales. Creo que en gran parte los gobiernos importantes están de acuerdo en la necesidad de una coordinación y reorganización del sistema de pagos internacional establecido después de la Segunda Guerra Mundial. Por lo demás, hasta la fecha los métodos para controlar la crisis no han funcionado muy bien. Los medios tradicionales fiscales y financieros han llegado a un punto muerto.

- ¿Hay alguna medida que criticaría?

- Si hay algo que criticar a los Estados es que su gran tentación consista en volver al proteccionismo, algo que ya quedó muy claro que no funcionaba en los años treinta. Aunque todos dicen que, en teoría, están en contra, en la práctica es muy difícil evitar la protección de la industria y los empleos propios, más aún cuando se está viendo que ya hay un aumento desastroso del paro, como sucede en este país.

- ¿Está el ciudadano más desarmado que hace cincuenta años?

- No creo que la gente esté desarmada. Francia, por ejemplo, mantiene la tradición de salir a la calle y convocar grandes manifestaciones. Hay que ser optimistas y pensar que sobreviviremos.

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