Del andamio al taxi

El País, AMANDA MARS, 08-02-2009

Una veintena de hombres aguardan a primera hora de la mañana en un aula del número 23 de la calle de Pujades de Barcelona. Proceden de distintos países y son de distintas etnias, pero muchos comparten un pasado reciente: la zozobra económica les ha empujado al paro. Y de ahí, a buscar otro oficio al volante de uno de esos coches negros y amarillos. Porque en el número 23 de la calle de Pujades hay una escuela de taxistas y desde el verano ha tenido que pasar de dos a tres turnos de formación diarios, debido al alud de nuevos alumnos que se inscriben cada día.

El sector del taxi ha actuado tradicionalmente como refugio en las crisis y últimamente las cifras de taxistas asalariados (que conducen el vehículo de un autónomo o empresa) revelan que ésta no es una excepción: 2007 acabó con 1.660 taxistas a sueldo en el área metropolitana de Barcelona (además de 406 que trabajaban para sus familiares) y el año pasado se disparó a 2.163 (más 536 familiares), el 30% más, un ritmo que duplica el de los últimos años.

Los aprendices de taxistas proceden de varios sectores, muchos de ellos de la construcción.Andriy Pavlin atiende en clase las explicaciones de un profesor sobre los desplazamientos por la avenida Diagonal a determinadas horas del día. Este ucranio de 42 años llevaba desde 2000 como albañil autónomo en Barcelona. “Pero ahora tengo muy pocas obras y por eso he empezado con esto. Tengo un hijo de 17 años”, explica. Se presentará al examen el próximo mes de marzo. Igual que Andrés Sánchez, al que una empresa de transporte de Sant Boi de Llobregat dejó en el paro hace unos meses y que ahora espera convertirse en taxista dentro de unas semanas. O su compañero de aula, Joan Albert, que perdió su trabajo en el almacén de la cooperativa Abacus hace cinco meses.

Y eso que el taxi también está sufriendo la crisis. “La demanda en Barcelona está bajando entre el 25% y el 30% desde el verano, pero los taxistan lo están compensando a base de ampliar su jornada, de hacer más horas. Por eso igualmente crecen los asalariados. Es un sector refugio”, explica Luis Berbel, del Sindicato del Taxi en Cataluña.

El problema es que no todos encuentran trabajo. Rosa, que es la encargada del centro de formación del Sindicato del Taxi de Cataluña (Stac) en Barcelona, explica que “ahora es mucho más difícil colocarlos, hay menos ofertas”. Eso sí, antes de ello deben lograr la licencia para vehículos con viajeros y las credenciales de taxista, que se consiguen superando un examen de 50 preguntas sobre el reglamento del taxi y otras 85 sobre los recorridos más cortos o los lugares de interés del área metropolitana de Barcelona , como hoteles y comisarías, entre otros.

No todos los que superan el examen acaban ejerciendo de taxista. De los 1.100 profesionales que obtienen las credenciales cada año, sólo entre el 30% y el 40% acaban ganándose la vida con el taxímetro, según los cálculos que hace Miguel Ángel Martún, gerente del Instituto Metropolitano del Taxi. “Suele ocurrir que cuando se quedan en paro, de momento, aprovechan para formarse y sacarse la licencia por si acaso, el sector siempre actúa como refugio” insiste.

En cuanto a la compraventa de licencias, unas 400 cambian de manos cada año, dentro de la flota de 10.500 que circula por Barcelona, pero la crisis no ha dado lugar a un importante repunte en los últimos meses, ya que “los que las piden no están consiguiendo los créditos necesarios para comprarlas”, explica Berbel. Y eso que han bajado de precio, de unos 180.000 euros que costaban hace un año a unos 124.000.

Rosa coincide en que la sequía de créditos bloquea los traspasos. Esta misma semana, en su ordenador había 30 licencias en venta, pero “a lo mejor dan en créditos hasta 100.000 euros, pero no más, y los que las piden no llegan a cubrir la diferencia”.

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