"¡Putas africanas, a España!"

Diario de noticias de Gipuzkoa, ainhoa aizpurua, 31-01-2009

ni siquiera sabía Ainhoa Aizpurua si disponía de batería de móvil suficiente para acabar la conversación. Le han dejado con lo puesto. A ella y a su amiga Laura Intxausti, dos jóvenes de 33 y 30 años que en estos momentos deberían estar disfrutando de sus vacaciones en Río de Janeiro, donde habían reservado tres noches. El plan incluía una semana en Isla Grande y otra en la aldea de Buzios. Nada de ello. Un mal sueño. En cuestión de horas estaban de regreso a Madrid tras haber vivido un calvario. “Ha sido una pesadilla, el jueves fuimos y el viernes (por ayer) volvimos. No nos hace caso nadie”, lamentaba ayer la joven, víctima de lo que parece una nueva guerra abierta entre los gobiernos de España y Brasil a cuenta de los requisitos migratorios para entrar en uno y otro país.

Después de la crisis de expulsiones del año pasado, el problema entre las autoridades parecía zanjado, pero la experiencia de Ainhoa y Laura demuestra que el cierre era en falso. Con razón maldecían su suerte. Desesperadas, aguardaban en la comisaría del aeropuerto de Barajas a poner una denuncia tras haber sido deportadas desde Brasil. “A todo el mundo le estamos dando mucha pena, y por lo visto no es la primera vez que ocurre. Es una guerra entre embajadas que nos está tocando pagar”, decía la guipuzcoana.

Ya en Madrid han sabido del motivo del follón. Por lo visto, según les ha contado la Policía española, hace tres días se impidió la entrada en el Estado a tres ciudadanos brasileños que, al parecer, no tenían la documentación en regla. Las autoridades brasileñas se han tomado la revancha y son ellas la cabeza de turco. El mensaje de bienvenida que escucharon nada más pisar el aeropuerto de Río de Janeiro no dejaba lugar a dudas: “Os vamos a tratar como lo hacéis en España con los brasileños”. Ni llegaron a la aduana.

cerco policial

Una tensión en aumento

Las dos amigas aterrizaron el jueves a las 20.00 horas. “Estábamos haciendo la cola de la aduana cuando se nos acercó un policía de paisano y nos pidió el pasaporte. Nosotras se lo entregamos, pero nos preguntó dónde nos íbamos a alojar”, recuerda la joven. Comenzaban los problemas.

Las preguntas eran cada vez más impertinentes y la tensión fue en aumento, hasta que la Policía les llevó a una habitación donde se encontraban otras dos personas retenidas. El policía entretanto, llamaba insistentemente al hostal donde ellas le habían dicho que tenían previsto alojarse. El oficial pudo comprobarlo, era cierto. Pero la calma no llegaba. “Empezó luego a preguntar el dinero en efectivo que llevábamos. Le dije que 300 euros, y me obligó a desnudarme para que se los diera, algo a lo que me negué diciéndole que era suficiente con quitarme la riñonera”, recuerda ofendida.

Para entonces sus pasaportes ya estaban retenidos. Ninguna de las dos sabían a qué se debía el embrollo. Itxausti no pudo reprimir su indignación, y preguntó a qué se debía un trato tan inhumano. “Cuando va un brasileño a España, así le trata la Policía, y así os vamos a tratar a vosotras”, le respondió en inglés un oficial. Se pusieron entonces a hablar entre ellas. “¡Que os calléis, os vamos a esposar!”, les gritó la policía mientras ellas reclamaban hablar con el consulado. A empellones, les hicieron pasar por el detector de metales y fueron expulsadas del país, todo ello hora y media después de haber pisado Río de Janeiro. “¡Putas africanas, iros a España!”. Fue el último adiós que les brindaron antes de meterlas en el avión como si de ganado se tratara. Entraron llorando, sin maletas y ningún tipo de garantía, con la sensación vivir una pesadilla.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)