Cecia, de doce años, y su hermano Ronald, de nueve, están en huelga de hambre desde el lunes para tratar de impedir que su madre, Marisela Soza, de 32, sea deportada a Nicaragua. Los niños son estadounidenses, ya que nacieron en el país pero su madre es nicaragüense y no tiene visado que le permita residir en Estados Unidos.

Marisela, que vive junto a sus hijos al norte de Miami, fue detenida el pasado diciembre cuando volvía de dejar a su hija en la parada del autobús escolar. Desde entonces permanece en el centro de Transición de Broward a la espera de la deportación que, en principio, estaba fijada para esta misma semana. Por el momento, Cecia y Ronald siguen bajo el cuidado de su padre, escondido para evitar que a él también lo puedan deportar.

Los niños han enviado una carta al presidente Obama en la que le explican que su madre no es una criminal y le piden que la saque del centro de internamiento. Además, la semana pasada los abogados de estos dos niños junto a los de otros seiscientos, también estadounidenses y en la misma situación, denunciaron a Obama ante el Tribunal Supremo. La razón es que buscan una fórmula que le permita a Obama detener este tipo de deportaciones hasta que se apruebe una nueva ley migratoria.

Esta es una situación muy habitual para muchos miles de inmigrantes en EE.?UU. Los hijos han nacido en el país, por lo que son ciudadanos de pleno derecho. Pero cuando los padres no tienen visado, están incumpliendo la ley y la Administración solo contempla la deportación.

Hasta 1996, las leyes permitían a estas familias una salida. Si los padres demostraban que llevaban más de siete años en el país, cualidades morales y que sus hijos sufrirían con su deportación, un tribunal podía otorgarles los visados necesarios. Pero cuando las leyes cambiaron, la situación de muchos inmigrantes se hizo tan dramática como la de la familia Soza.