El precio de la deserción

ABC, C. HIDALGO | MADRID, 27-01-2009

Un crimen nunca tiene tras de sí una causa sometida a la razón. Pero encontrarle una «explicación», un móvil, a un asesinato cometido por las bandas latinas, sean «latin kings», «ñetas», «DDP»… es una peripecia de lo más costosa. ¿Qué hay detrás de estos grupos de jóvenes, muchos de ellos menores de edad? Aparte de ganas de sangre, probablemente haya que apuntar a razones monetarias para llegar a alguna parte.

Porque formar parte de uno de los «capítulos» puede salir caro. Y no sólo penalmente, sino desde un punto de vista pecuniario. Las bandas latinas no son esos grupúsculos de chavales iletrados – que también – que campan por sus barrios como los señores de la selva. Desde hace dos años, y con varias sentencias en la mano, están consideradas asociaciones ilícitas para delinquir.

Extorsiones a los padres

Ayer, en la Audiencia de Provincial, un acusado afirmó que le presionaron desde la cúpula del «capítulo azteca» de los «latins» y de otros, a que participaran en el crimen. Si no, sería su sangre la que corriese. Más allá de la veracidad de esta afirmación – tendrá que ser el tribunal el que la dé o no por buena – , los expertos policiales en estas lides coinciden en que estas mafias son capaces de extorsionar con el pago de 2.000 euros a los padres de los chavales que quisieran abandonar la banda. Así quedó constatado en la famosa operación «Pañuelo», llevada a cabo en la Sierra hace tres años y en la que fueron desarticulados dos capítulos «latins».

Sexo para ingresar en la banda

El funcionamiento mafioso tiene otros aspectos. Aunque el «modus operandi» interno de estos grupos – que se encuentran de capa caída – ha variado con el paso de los años y la presión policial, el ingreso en sus filas suele ser de manera voluntaria. Lo que no quiere decir que no haya que pasar una criba. Las «pruebas» pueden consistir, por ejemplo, en el caso de las mujeres, en mantener relaciones sexuales con los dirigentes de los capítulos.

Más allá de las extorsiones, cada miembro del grupo ha de abonar una cuota, de unos 20 euros. Quien no tiene el dinero a mano lo roba. Así funcionan. Así se las gastan.

Y quien se resiste a acatar las órdenes de los «reyes», los cabecillas de la organización, se las tiene que ver con la ley de la deserción de los capos.

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