análisis

Su virtud

La Verdad, ENRIQUE VÁZQUEZ, 21-01-2009

Tal y como se esperaba y pedía el marco la asunción de la presidencia de Estados Unidos, Barack Obama pronunció su esperado discurso en medio de una expectación literalmente mundial y se atuvo a lo previsible: un homenaje a la virtud en tanto que herramienta de la política, una apelación al patriotismo sano y una petición de unidad nacional frente a los grandes desafíos presentes. Todo en un tono de continuidad con la intención y el trabajo de los padres fundadores.
Apenas se pueden rastrear en su mensaje pues eso fue antes que otra cosa indicios de un programa de gobierno que seguirá las pautas ya apuntadas, si se excluye una cierta voluntad ecologista «no podemos consumir los recursos del mundo sin hacer caso de sus efectos» o «aprovecharemos el sol y los vientos para hacer andar nuestros coches y fábricas» o el anuncio de «fuertes y rápidas» acciones económicas, lo que parece sugerir una coincidencia en el diagnóstico de que los rescates hasta ahora puestos en marcha son insuficientes. Obama optó por una alocución destinada, de una parte, a confirmar su visión general del mundo y de las cosas, citó la «avaricia e irresponsabilidad» de algunos, pero canceló el incipiente debate sobre el modelo económico con la afirmación de que no se trata de saber si hace falta más gobierno o menos, sino de que las decisiones que se tomen sean útiles, creen empleos, reconstruyan patrimonios y mejoren los fundamentos de un nuevo crecimiento.
Orador excelente, ante un público ganado de antemano y muy en la línea de sus principales discursos durante la campaña y el de aceptación de la candidatura demócrata en agosto, Obama ha hecho lo mejor que podía hacer: evitar toda polémica, ceñirse al contexto emotivo de la concentración y reiterar el cambio impreciso pero en marcha en los espíritus que él dice encarnar y entiende imponer. No corrió el menor riesgo y cumplió de sobra, pero resulta significativo que la más calurosa ovación de la noche llegó cuando Obama dijo que él juraba como presidente en una ciudad donde hace 60 años no se habría admitido a su padre en un restaurante. Ésa es la única nota realmente histórica de lo sucedido ayer: Barack Obama es ya el primer presidente negro de Estados Unidos.

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