Tres valientes evitan que un maltratador mate a su pareja

# El agresor asestó 6 puñaladas a la víctima en las inmediaciones de la Sagrada Família # • Un hombre bajó de su coche y noqueó al atacante con una herramienta

El Periodico, , 21-01-2009

MAYKA NAVARRO
BARCELONA

Tras una noticia sobre violencia machista solo cabe temer una nueva e inmediata noticia sobre otro caso de violencia machista. Así lo apuntó anteayer el Ministerio de Igualdad en un exhaustivo informe. Los medios de comunicación publicaron ayer las conclusiones del estudio y, fiel a tan fatal mimetismo, un hombre intentó ayer matar a su exnovia en las calles de Barcelona. Fracasó, no por falta de empeño, sino porque esta vez tres hombres se abalanzaron sobre el agresor. Jesús María Poncela de 40 años, armado con un cuchillo de cocina, apuñaló reiteradamente a su excompañera, en las inmediaciones de la Sagrada Família.
Una patrulla de seguridad ciudadana de los Mossos d’Esquadra detuvo a Poncela tras la agresión. Ido de ira, con la mirada perdida y las manos ensangrentadas, el hombre, sin antecedentes, esperó a que los agentes le esposaran, sentado en el rellano de una portería junto a la que acababa de intentar asesinar a su expareja, una joven rusa de 30 años que anoche permanecía ingresada en el Hospital de Sant Pau en estado grave, aunque no se teme por su vida. Su agresor consiguió clavarle seis puñaladas.

SEMÁFORO EN ROJO
Todo ocurrió a las nueve de la mañana, en la confluencia de las calles de Sicília y Provença. La pareja charlaba en la acera, junto al paso de peatones, esperando a que el semáforo cambiara del rojo al verde. Carles Albages, que en ese momento estaba en la calle junto a la portería de la casa de su hijo esperando al instalador del gas, escuchó perfectamente cómo el hombre le decía a la mujer: “Si es solo esto, lo podemos arreglar”.
Por alguna razón no apartó la vista de la pareja y entonces, cuando el disco del semáforo todavía no había cambiado de color, él empezó a apuñalar a la mujer. Durante unos segundos, los transeúntes observaron la escena estupefactos. Paralizados. Como pensando que no podía ser real. Todo fue rápido. Algunos se alejaron atemorizados. Un joven oficinista que andaba cargado de documentación del despacho se acercó y empezó a golpear al agresor con los papeles. Mientras tanto, el señor Albages atinó, nervioso, a telefonear con su móvil a los Mossos.
Unos miraban, el oficinista intentaba parar al atacante, Albages telefoneaba, pero la mujer seguía recibiendo puñaladas de su agresor. En eso apareció Wilson, el instalador del gas al que esperaba el señor Albages. El hombre, un ecuatoriano residente en Barcelona, agarró una herramienta de su coche y golpeó con acierto al agresor en la cabeza.

ESCONDIDA EN UNA FURGONETA
El impactó noqueó a Poncela durante unos minutos. Los suficientes para que Wilson pudiera recoger del suelo a la víctima, malherida, y trasladarla a su furgoneta, en la que estuvo refugiada hasta que fue atendida por los sanitarios del 061. A pesar de las lesiones, la mujer, que recibió como mínimo seis puñaladas, pudo realizar una llamada telefónica y contar que la habían apuñalado.
Con la víctima fuera de de su alcance, Poncela se encaró con Wilson con el cuchillo en la mano, pero este le arrojó varias herramientas que encontró a mano en la furgoneta. Todo fue muy rápido. Una pareja de agentes de la comisaría del Eixample se personó y detuvo al agresor.
Anoche, Poncela no había declarado. La víctima, tampoco. Los médicos que la atienden desaconsejaron a los investigadores que le tomaran todavía declaración. La Unidad de Investigación del Eixample se ha hecho cargo de las diligencias. A ellos les toca averiguar qué pasó en el seno de la pareja y qué desencadenó la brutal agresión.
Ayer por la noche, los investigadores ya tenían varios elementos a partir de los cuales poder indagar. Hace un par de meses, Poncela se presentó en una comisaría de los Mossos d’Esquadra. Fue a preguntar si su expareja le había denunciado. La pregunta, poco habitual, sorprendió a los agentes. El hombre contó que se había separado de su exnovia y que temía que ella le denunciara falsamente. La visita quedó registrada en los archivos policiales.
La imagen de Poncela, con las manos ensangrentadas, no pasó desapercibida para muchos vecinos de la Sagrada Família. Algunos recordaron que el lunes por la tarde, ese mismo hombre iba por el barrio preguntando por un prostíbulo. Decía que buscaba a un amigo.

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