Una coronación apoteósica

Califica el autor el discurso de investidura de Obama como presidente de elegante y realista, y señala que no hizo demagogia ni echó por la vía fácil

Diario de Navarra, INOCENCIO F. ARIAS ES DIPLOMÁTICO, 21-01-2009

S I eres el primer presidente negro, vas a tener que hablar bien", dijo a Barack Obama su hija de 10 años, Malia, refiriéndose al discurso de ayer, quizás la intervención más importante de su vida.

Todo lo que precedía, dados el carisma y la oratoria del presidente, era para muchos aperitivo. De calidad, eso sí. Lo anterior marchó con brillantez y precisión. Ha habido mucho Hollywood bien pensado, estamos en Yanquilandia, y al mismo tiempo una espontaneidad, estudiada, valga la contradicción. Espectáculo y nuevo talante se daban la mano. El concierto del domingo en la explanada Lincoln es un ejemplo. Se preparó en un tiempo récord, cantantes, Usher, U2, actores como Tom Hanks y otros primerísimos espadas se habían ofrecido voluntarios, actuaban gratis, pagaban su viaje. El montaje corría a cargo de super profesionales, Don Mischer y G. Stevens, que han producido la apertura de olimpiadas, la gala de los Oscars etc…

El espectáculo rutilante fue como una seda. Obama y Biden, en un lateral tras un cristal invisible antibalas, con francotiradores en las bambalinas, presenciaron cómo Denzel Washington hablaba del futuro de América, cómo otros actores, concisamente, se referían a Lincoln, a Jefferson, a los grandes estadounidenses que han hablado de unidad y de libertad. Los cantantes hicieron otro tanto exaltando la esperanza y la comunidad. En la penúltima canción, Bruce Springsteen y el veteranísimo Pete Seeger, 89 años, arrastraban al público a cantar This land is your land, un himno de la izquierda hace años, pero que resumía la filosofía de la campaña de Obama, un joven que, de padre extranjero y criado en Indonesia, siente y encarna los ideales de libertad de este país. Cerraría la bella Beyonce con un clásico patriótico americano, algo inimaginable en nuestro país, coreado por la muchedumbre: America, the beautiful. Si algo hay algo de lo que los estadounidenses se sienten orgullosos, incluidos los emigrantes, es de pertenecer a esa nación. El lunes también hubo mezcla de cálculo y sentimiento. Visita de Obama a 14 soldados heridos en Irak, algo aparentemente electoralista pero no tanto, pues las cámaras no entran. Estancia en un centro de voluntariado social. Hay televisión, pero para los Obamas no es pose, son habituales en Chicago. Luego, tres cenas: una, nobleza obliga, en honor del derrotado McCain; otra de Colin Powell, un republicano que apoyó a Obama, de nuevo chapó, y otra en honor del vicepresidente Biden.

La omnipresencia de la religión también marca diferencias con nosotros. Los Obama y los Biden, separadamente, empiezan la jornada en una función religiosa . Obama juró (en España ahora se “promete” porque lo de jurar tiene un tufillo(¿) religioso ) el cargo más importante de la tierra sobre la biblia de Lincoln. Sostenida por su mujer Michele y abierta por la página que él escogió. Besó a su esposa (Kennedy no lo hizo) después de jurar. Al terminar su alocución exclamaría, “Dios los bendiga y a América”. Y hubo sermones.

Obama, que podía escoger al predicador, al poeta y al compositor, fue valiente en la elección del sacerdote. Un pastor californiano, brillante predicador de multitudes, que encolerizó a los homosexuales por apoyar la prohibición del matrimonio de personas del mismo sexo en California. Los homosexuales, que apoyaron colectivamente a Obama, lo consideraron una traición, pero el político no es persona que dé su brazo a torcer cuando cree actuar correctamente y resulta que, de un lado, estima que el clérigo tiene posturas respetables en lo social y, de otro, es un gesto político inteligente hacia los cristianos moderados.

Lo compensó, nuevo cálculo, escogiendo para otra homilía al único obispo gay conocido del país. Obama recogió a Bush en la Casa Blanca antes del acto de ayer y, siguiendo la tradición, los dos fueron juntos en coche a la explanada del capitolio. Truman cuenta en sus memorias que en el trayecto con Eisenhower tuvo que corregir con brío al presidente entrante por un comentario de éste. Aún era presidente. A partir de las 12.02 el presidente es Obama, y, desde ese instante, el militar que siguió a Bush durante ocho años con “el fútbol”, un pequeño maletín donde están las claves de un ataque nuclear, será la sombra de Obama en cualquier acto público.

Michele Obama, mujer de obvia personalidad, despejó por fin la incógnita de su vestuario. Ha llevado con frecuencia ropa de grandes almacenes y en alguna ocasión de un modisto de Chicago. Ayer optó por Isabel Toledo, una modista no excesivamente conocida, con un modelo dorado brillante, poco convencional, que para muchos es una toma de postura social.

Y llegó el discurso, ante una muchedumbre sin precedentes, que él mismo elaboró. Elegante, realista, elevado a veces, de estadista en suma. Ni hizo demagogia, ni echó por la vía fácil. Quizás no haya sido el mejor de un campeón de la oratoria. La historia dirá qué es lo que se recuerda de él, qué frase queda esculpida en los manuales y en las citas periodísticas. A corto plazo se dirá que fue una llamada “a la responsabilidad”. Sin rodeos, dijo que la situación económica es seria y que “no encontrará una solución en poco tiempo”. Los estadounidenses “tienen que sacudirse el polvo y ponerse a trabajar”.

En política exterior marcó claras distancias con Bush. No podemos admitir “que haya que escoger entre nuestra seguridad y la defensa de los principios jurídicos”, para añadir “ha llegado el momento de que Estados Unidos lidere de nuevo”. Ahora bien, en un claro aviso, y después de decir que se enfrentará al terrorismo y a la proliferación nuclear, dijo algo definitorio para extremistas del exterior y que gustará a sus compatriotas: “No vamos a pedir disculpas por nuestro modo de vida”. Un presidente americano.

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