El farolito

La paradoja del hombre negro en la Casa Blanca

Diario de Noticias, por f.l. chivite, 21-01-2009

l
as circunstancias han investido a Obama de un aura salvadora. Y no creo que eso le guste del todo. En cierto modo, su aspecto encantador le ha ayudado a triunfar como candidato, claro. Pero sin duda tendrá que pensar en cómo gestionar su imagen a partir de ahora para no suscitar unas expectativas desproporcionadas. Ya saben, medir las palabras, seleccionar la información y ser muy cauto con los mensajes que emite. Y con los que omite. Aparecer como salvador del mundo es un poco demasiado incluso para un presidente de los EEUU. De Obama se ha dicho de todo antes de que haya hecho nada. Y lamentablemente su capacidad de acción va a estar condicionada por las aciagas circunstancias económicas que hereda y que al parecer están siendo gobernadas por el submundo de lo ominoso. De todas formas, no deja de ser curioso que cuando tanto la moral interna como la imagen exterior y el liderazgo internacional de los Estados Unidos parecía que estaban en las últimas, aparece el mestizo Obama para darle la vuelta a todo eso con el anuncio de una luminosa Nueva Era para la humanidad. No deja de ser paradójico. La gravedad de la crisis y el hecho de que llegue para librar al mundo del nefasto Bush hacen, como digo, que parezca una especie de salvador carismático. Por eso no me extrañaría que él mismo estuviera un poco asustado ante la avalancha de adhesiones y expectativas que ha generado en los cinco continentes. Podríamos decir que ha tenido la suerte de estar ahí en el momento justo y la desgracia de que ese momento sea el peor posible. ¿Mala suerte con las circunstancias? Eso nunca se sabe. Creo que fue Bismarck el que dijo que los grandes políticos deben su reputación, cuando no a la pura casualidad, a circunstancias que ni habían previsto ni podían prever. Lo que sí está claro es que va a personificar el acceso al poder del discurso del bien. “Vamos a ser buenos”, eso es lo que nos está diciendo Obama. Y uno quisiera creerle, claro. Uno quisiera creerle. Baina beno .

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)