La Arista

La utopía de Obama

"Obama es una esperanza que tiene que enfrentarse al mundo real del poder, ese del que procede y al que se debe

Canarias 7, Manuel Mederos, 21-01-2009

Los ritos son necesarios», dice el zorro al principito en el universal texto de Antoine de Saint-Exupéry. «hubiese sido mejor dijo el zorro que vinieras a la misma hora. Si vienes, por ejempló, a las cuatro de la tarde; desde las tres yo empezaría a ser dichoso. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto, descubriré así lo que vale la felicidad. Pero si tú vienes a cualquier hora, nunca sabré cuándo preparar mi corazón…» Debo reconocer que me gustan los ritos, y el que hoy se celebra en Washington, de toma de posesión de Barack Obama como primer presidente negro de la historia del imperio más poderoso del la tierra, es uno de esos actos de poder que sobrecogen sea quien sea el presidente. Pero al margen del simbolismo propio de las ceremonias en la institución del presidente de los Estados Unidos, en esta ocasión hay un plus casi espiritual. Obama concentra en sí mismo una especie de liderazgo mundial y es símbolo de la esperanza de millones de personas en todo el mundo que le han otorgado el poder, casi divino, de cambiar el rumbo de la historia.

Los ritos, según la antropología religiosa, tienen el poder de cambiar el rumbo de los acontecimientos, son símbolos poderosos, activos, como los sacramentos, como explica la vieja teología tridentina. Millones de creyentes fijarán hoy sus ojos en el hombre que puede hacer algo por sus vidas y por el mundo y ese acto será considerado un bautismo, una autorización colectiva para que la esperanza se encarne, use el poder y cambie el mundo. Cada gesto de Obama y cada palabra han estado religiosamente calculadas para mantener esa sacralidad que lo convierten en una especie de dios.

Demasiado peso para un hombre solo y nada más lejos de la realidad. Obama es una esperanza que tiene que enfrentarse al mundo real del poder, ese del que procede y al que se debe, aunque no pierde nada el que cree; es más, gana en salud mental, en el deseo de justicia y en el camino a la utopía. Para los tiempos que corren es mucho más que la nada.

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