Barcelona tiene decenas de vecinos que cada día buscan lugar para dormir bajo el hueco de una escalera o en las gradas de una plaza de hormigón

La otra ciudad

La Vanguardia, , 19-01-2009

ENRIQUE FIGUEREDO – Barcelona

CENSO IMPRECISO La ciudad de Barcelona tiene entre 2.000 y 4.000 mendigos

PATRÓN REPETIDO El 60% de los ‘sin techo’ que viven en la capital catalana es foráneo

Barcelona, flamante capital de la sede de la Unión por el Mediterráneo, tiene un sótano sin ventilar bajo el paisaje que muchos definen como moderno. Bajo esos encantos bien publicitados que la han proyectado internacionalmente, se da otra realidad donde las condiciones higiénicas son escasas y el frío muy intenso. Los colchones de espuma llenos de lamparones sustituyen en la calle a los mullidos cojines de los caros hoteles de esta ciudad de moda. La capital cuenta con decenas de asentamientos de personas sin techo que se sirven de las oportunidades urbanísticas que da la gran urbe para buscar cobijo. Es el mapa de la otra ciudad.

Diferentes instituciones públicas y privadas de prestigio han tratado de cifrar el número de personas que viven en la calle. La horquilla es muy ancha. Oscila de 2.000 a 4.000 individuos. La mayoría son ciudadanos extranjeros. Se calcula que un 60%, según el último informe al respecto de la Obra Social de Caixa Catalunya.

Aunque el otoño no fue especialmente frío, muchas madrugadas de invierno están resultando heladoras, especialmente si se llevan varias horas tirado en el suelo por muchos aislantes improvisados que se pongan bajo la anatomía. En la mayoría de estos enclaves urbanos se va a dormir tarde tras algún trago de vino. Las primeras luces del día no son obstáculo para dormir. Más tarde, el ruido de la ciudad sí lo es. La geografía de los asentamientos de mendigos es muy cambiante. Se consideran asentamientos los conjuntos de diez personas o más que se desplazan y moran agrupados. Sus movimientos dependen de muchos factores. Algunos son tan prosaicos como la meteorología. Otros tienen más que ver con alguna actividad temporal que pueda realizarse en el barrio; unas obras de repavimentación, unas fiestas mayores… Existen otras que guardan relación con situaciones que se viven en los países de origen de aquellos que duermen en la calle. Ello ocurre, por ejemplo, con algunos asentamientos de clanes rumanos que habitan en Barcelona. Las noticias corren entre quienes ya están en la capital catalana y los que esperan para salir de Rumanía, en cuya economía algunos analistas empiezan a confiar, lo que no impide que muchos trabajadores – ya de la Unión-vengan a España a probar suerte.

Algunos de estos grupos rumanos han pasado, por ejemplo, por las antiguas instalaciones de la Federación de Tenis de la Zona Franca. Lo que fueron unas canchas a cubierto bajo una techumbre de uralita de formas caprichosas son hoy unas oficinas y vestuarios destartalados y en desuso que se han convertido en el hogar de algunas personas. Todo está encharcado. Hay que saltar las vías de una línea de tren para llegar. Y la salubridad es dudosa. Prendas de ropa lanzando latigazos al aire por efecto del viento, mientras permanecen tendidas en un cordel anclado improvisadamente, demuestran que allí vive gente. Sobre las diez de la mañana, nadie contesta en casa. Hay muebles y efectos que evidencian la presencia de moradores. Parece menos ocupada que este pasado verano.

Algo parecido ha ocurrido con el parque de la Espanya Industrial. Ahora sólo pasan el día, pero no duermen. Parece que han encontrado un lugar mejor. Además, la Guardia Urbana ha instalado hace una semana unas cadenas en algunas rejas de dependencias del parque que servían de cobijo. Esa maniobra parece haber disuadido por ahora a la mayoría de mendigos. Sin embargo, mientras duraron las obras de remodelación de los accesos a la estación y las del nuevo hotel AC, estos clanes rumanos levantaron su hogar en la torre que linda con la calle Premià. “Estaban a salvo de las miradas. Se sentían recogidos. Trajeron camas. En algunos casos incorporaron mesitas de noche. Había incluso cocinas de butano”, comenta un patrullero de los Mossos d´Esquadra.

Que dicho grupo aparezca de forma discontinua no quiere decir que no pueblen otras personas esa plaza situada junto a la estación de Sants; ese punto de origen y destino del orgullo de los ferrocarriles españoles, el AVE. Precisamente, bajo un banco, situado frente al reseco y cuarteado estanque del parque de la Espanya Industrial, unos patrulleros encuentran un bolso. Parece contener todo lo importante – DNI, tarjetas, carnet de conducir-salvo el dinero. El bolso robado pertenece a una vecina de Madrid. Su billete electrónico de la Alta Velocidad Española informa a los policías de que la víctima ha llegado unas horas antes a la ciudad. Las comprobaciones dan positivo. En la denuncia, la mujer especifica que se la han robado al descuido dentro de la estación.

Las historias de quienes duermen en la calle son tristes porque su final ha sido así. La mayoría se han quedado en la calle por fracasos personales relacionados con el alcohol, por ejemplo, opor situaciones familiares de abandono. Muchos malviven sin hacer daño a nadie, pero existe un subconjunto que, para sobrevivir, recurre al delito.

Los Mossos llevan a cabo controles esporádicos de identidad en algunos asentamientos de mendigos y muchos de ellos tienen antecedentes, la mayoría por pequeños hurtos. “Ese señor marroquí es lo que llamamos un marrón veinte. Quiere decir que ha sido detenido veinte veces, pero que en la actualidad no tiene nada pendiente. Si fuera rojo tendríamos que detenerlo”, explica un cabo de los Mossos d´Esquadra de patrulla por las calles del distrito de Sants-Montjuïc.Rojo es el color que indica que una persona está reclamada o que pesa sobre ella una orden de detención. La localización de este tipo de personas no es algo del todo infrecuente. “Hace muy poco dimos con uno de ellos, pendiente de ingresar en prisión”, confirma el mosso d´esquadra.

Los agentes piden la documentación a los hombres que duermen en algunos enclaves callejeros que han convertido en dormitorios. Los despiertan sin estridencias. Tras el desconcierto inicial, entregan su documentación – todos la llevan y todos son extranjeros-para que los agentes hagan comprobaciones. Los mossos les informan de que existe un centro en la calle Comerç donde les pueden asignar un lugar para cenar y dormir. Uno de ellos asegura que ha pasado por uno de esos albergues municipales y que estaba lleno, que por eso está en la calle.

Fuentes municipales confirman a La Vanguardia que ese supuesto puede darse, especialmente cuando llega el frío. Dichas fuentes dicen que aún faltan unos centenares de camas para estas personas. Especialmente, señalan estas fuentes, harían falta los llamados pisos de inclusión. Son viviendas que sirven de puente para la reinserción social en un régimen doméstico, mejor que el de un albergue. “Muchos podrían ser recuperables”, afirman desde el área de Bienestar Social del Ayuntamiento.

A juzgar por las personas que duermen por la calle yque son visibles merced a un sencillo paseo, el mea culpa que entona la corporación municipal barcelonesa está más que justificado. La fachada del Macba que da a la calle Montalegre, en Ciutat Vella, o los alrededores de la calle Bolívia o Ciutat de Granada, en Sant Martí, son algunos de los puntos de concentración de gente que duerme al raso. En el parque de las Tres Xemeneies, en el Poble Sec, duermen también varios mendigos. Entre ellos, sorprende la presencia de un ciudadano chino. “Es el primero que vemos”, afirma uno de los policías.

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