REPORTAJE

"Somos más que cuidadoras"

Un documental rompe con los estereotipos que limita a las inmigrantes latinoamericanas al trabajo doméstico y a encargarse de niños y ancianos

El País, JUNE FERNÁNDEZ, 13-01-2009

Es la pescadilla que se muerde la cola. El trabajo doméstico, el cuidado de niños y ancianos son los principales nichos laborales en los que las mujeres inmigrantes logran hacerse un hueco, sea cual sea su formación y su experiencia profesional. Al trabajar como cuidadoras, el estereotipo se va reforzando y limitando sus posibilidades de aspirar a otro tipo de dedicación. No se les pregunta qué saben hacer o qué han estudiado. Puede que ni siquiera hayan cambiado un pañal en su vida. Pero se encuentran con una sociedad receptora que piensa que han nacido para ello. El documental Mujeres inmigrantes, historias y esperanzas compartidas, presentado ayer en Bilbao, muestra ocho biografías diversas de latinoamericanas afincadas en Vizcaya para romper tópicos e incidir en la fortaleza y las capacidades de las nuevas vascas.

La cinta, realizada por la Asociación Sociocultural y de Cooperación al Desarrollo de Colombia e Iberoamérica (Aculco) y financiada por la Dirección de Derechos Humanos del Gobierno vasco, persigue dar una imagen positiva, “remarcar todo lo que han luchado y que siguen adelante”, explica el coordinador del documental, Álvaro Cirujano. Señala que las propias protagonistas lamentan la imagen de “mujeres sumisas, encerradas en el hogar” que la sociedad vasca tiene de ellas. “La película demuestra que son un colectivo heterogéneo y muy activo. Todas las entrevistadas participan en asociaciones”, apunta.

Una de ellas es Francy, colombiana de 31 años y doctora en Sociología, que emigró hace seis años para estudiar un posgrado. Tras topar con “unas barreras legales que no esperaba”, se encontró limpiando casas y cuidando a niños y ancianos. Con los años, ha logrado un empleo en una entidad social y participa en Mujeres del Mundo y Mujeres en la Diversidad. Pese a quedarse con lo bueno de su experiencia, reconoce que su proceso migratorio fue “muy decepcionante”. “Sientes que no se reconoce ni tu valor como persona ni el que aportas por tu formación. Existe la percepción de que somos expertas cuidadoras. En mi caso, era la primera vez que me dedicaba a ello”, precisa Francy. Lamenta que a la población “le cueste visualizar la migración en femenino” y que, cuando lo hace, imagine a mujeres con baja cualificación y con pocas habilidades para adaptarse a la sociedad receptora. “Una mujer que emigra no es sumisa, sino emprendedora al cien por cien. Implica asumir responsabilidades, tener autonomía y ganas de salir adelante”, concluye.

En su Argentina natal, Nilda se formaba en Sociología y Letras a la vez que trabajaba como contable. La crisis económica la dejó sin empleo y le obligó a emigrar. “Aquí trabajo cuidando niños. Veo que es impensable colocarme en mi sector. También doy clases de teatro, lo que me ayuda a recordar quién soy y que tengo más capacidades”, añade. Se animó a participar en el documental al ver que la recesión económica “está reforzando la visión de la inmigración como una amenaza”. “Quiero mostrar otros aspectos; que somos personas con historia, con conocimientos, con experiencias tan ricas como las que aprendemos aquí”, recalca.

Pero más difícil que combatir ese rechazo le parece superar el estereotipo que liga a las latinas a las tareas de cuidado. “Incluso los carteles de las campañas de sensibilización institucionales nos asocian sólo con esas labores. Por no hablar del estigma de la prostitución”, critica. Rehuye también la imagen de “pobrecita”: “Mis hijos están en Buenos Aires y no hace falta que explique lo doloroso que es. Las dificultades son reales, pero no quiero que me victimicen”.

Esta argentina de 45 años también ha encontrado en Mujeres del Mundo un espacio en el que compartir vivencias e intereses. “Estar en una asociación ayuda a reconstruir los vínculos que rompes y la autoestima que vas perdiendo por el camino”, recalca. Con ese apoyo, el arraigo llega pronto. “No se trata sólo de trabajar, vivir y respirar acá. Pronto aprendes a amar este sitio. Mi familia ya bromea diciendo que estoy hecha toda una vasca”, manifiesta Nilda.

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