ANÁLISIS: EL ACENTO

El bufón antiprogresista

El País, , 09-01-2009

La llegada de Obama a la Casa Blanca no es tan sólo “un exotismo histórico”, según el ex presidente del Gobierno español José María Aznar, sino “un previsible desastre económico”. El presidente de la FAES está tan puesto en su papel de comeprogresistas que dispara contra cuanto le ponen por delante si pertenece al hemisferio político contrario. Cuando la periodista de la edición española de Vanity Fair le pregunta si la llegada de Obama a la Casa Blanca significa el final de una era, algo en lo que están de acuerdo comentaristas e historiadores de todas las ideologías, el ex presidente lo desmiente categóricamente para oponer como idea contraria que “es la prueba de que el sueño americano todavía existe por mucho que algunos se empeñen en decir que la crisis ha acabado con él”. Pero donde su monomanía es más fuerte es en el terreno económico, donde el único desastre registrado es el que se ha producido y tiene como máximo responsable histórico a George W. Bush, que llegó a la Casa Blanca con superávit de las cuentas del Estado y se va con casi un billón de déficit, deja una recesión a su sucesor y ha conseguido liquidar su propia ideología ultraliberal con la mayor intervención gubernamental en la economía desde la gran depresión.

Si Aznar no puede reprimir sus reflejos derechistas a la hora de profetizar lo peor para Obama, Bush, en cambio, trata con suma elegancia a su sucesor, no tan sólo en encuentros como el de anteayer en el Salón Oval de la Casa Blanca, donde se reunieron todos los presidentes vivos norteamericanos, sino también en las numerosas entrevistas e intervenciones que está realizando en sus últimos días presidenciales, para ver si puede lavarse un poco la cara con las preguntas amables de periodistas conservadores y amigos.

Aznar parece olvidar que Bush no pasará a la historia únicamente como el presidente de la guerra de Irak, Abu Ghraib y Guantánamo, sino que se le asociará a la colosal estafa de Enron, justo cuando empezó su presidencia, y a la desaparición de la banca financiera de Wall Street, al terminar el mandato, todo ello producto del adagio que convertía al Gobierno en el problema y no la solución. Está visto que es más difícil ejercer con tino y dignidad el oficio de ex presidente que el de presidente.

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