Hace años, en los noventa, Leónidas Vargas ordenó asesinar a un agente en el Hospital de la Policía de Bogotá, aprovechando que había acudido a un tratamiento. Fue una víctima más de las causadas en la guerra sin cuartel que libró con el entonces poderoso zar de las esmeraldas, Víctor Carranza, según le dijo a este diario un antiguo oficial que conoció de sus andanzas. Al parecer, acusaba al uniformado de estar al servicio de su enemigo.

Y es que al llamado rey de la cocaína del Caquetá, departamento selvático del sur de Colombia, nunca le tembló el pulso para mandar al otro mundo a una interminable lista de personas. Nació en mayo de 1949 en un hogar humilde del Caquetá. Apenas pasó unos años por el colegio, trabajó como carnicero pero era un oficio insuficiente para su ambición.

La coca llegó a su región en los ochenta de la mano de grandes narcotraficantes de la época como Gonzalo Rodríguez Gacha, alias el mejicano, con quien llegó a tener una relación muy estrecha, al igual que con Pablo Escobar, jefe del cartel de Medellín.

Envió toneladas de droga a Estados Unidos a través de puntos estratégicos en Centroamérica. Según las autoridades colombianas, amasó una enorme fortuna que lavó adquiriendo fincas ganaderas en su región natal, pisos y otros bienes inmuebles en diferentes zonas del país.

En septiembre del 95 fue condenado a 19 años de prisión por delitos de narcotráfico y, tiempo después, a otros 26 años por homicidio por tenencia ilegal de armas y enriquecimiento ilícito.

Con los beneficios carcelarios que ofrece la Justicia colombiana, salió en el 2001 y viajó fuera del país. En Chile, donde intentó blanquear dinero, entró en el 2003 con pasaporte falso. Tres años más tarde le detuvieron en Madrid cuando intentaba viajar a Alemania para asistir al Mundial de Fútbol con documentación venezolana, informa Efe.