"Guatemala está marcada por la llaga de la discriminación racial hacia los indígenas"

Diario de Noticias, christina lópez, 07-01-2009

pamplona. Voz rota, rostro marcado por el paso de los años y una profunda mirada caracterizan a Cirilo Santamaría, misionero carmelita, que lleva 37 años ofreciendo su tiempo y esfuerzo para ayudar a la población de Guatemala. Este vizcaíno de 66 años y oriundo de Orduña, estuvo viviendo 11 años con indígenas Q’eqchi, población que habita la zona norte del país centroamericano, cerca de las ruinas del santuario maya de Tekal. Su sabiduría fue transmitida con motivo de una charla organizada por la asociación Nuevo Amanecer Maya.

¿Cuál es la situación actual de Guatemala?

El país se encuentra en una situación de postración, con índices altos de violencia, y un promedio de 25 a 30 muertos al día, víctimas de una violencia generalizada, de pandillas, producto del narcotráfico y de grupos organizados. Hay distintos signos de violencia. Por eso se vive una inseguridad muy fuerte. La ciudad Capital, en la que estoy desde hace tres años, me da la impresión de que es una ciudad en guerra. Te encuentras con comercios con barrotes en sus puertas y ventanas, y protegidos con cuerpos de seguridad. Van creciendo cada vez más los barrios de clase media que precisan identificación para poder entrar. Es el problema más grave.

¿Cómo vive la población esta difícil coyuntura?

La población está como paralizada, inhibida por la violencia y la inseguridad. Es el problema social más grande, además de los problemas de pobreza que se van ahondando con la crisis global. Se dan extorsiones, secuestros, asesinatos sin sentido. Este año, se calculan más de 400 mujeres asesinadas. En la ciudad, atacan mucho a los conductores de autobuses urbanos, a modo de extorsión, y si no pagan, las magras (grupos) los ejecutan. Es una situación terrorífica producto de muchos sectores de la población.

También existe el tráfico de drogas.

El narcotráfico es otro tema muy duro en Guatemala porque es un país puente hacia EEUU. Hay carteles de tráfico que generan estructuras en torno a ellos: policías, políticos, militares. Predomina la corrupción. Estos dos factores mantienen el país en vilo.

¿La violencia se da en todos los sectores étnicos del país?

Predominan, en el tema de la violencia, en áreas mestizas. El narcotráfico también está penetrando en las zonas donde residen los indígenas y, al final, puede ser un modusvivendi para la población en extrema pobreza. Recuerdo que, hace un año, una avioneta aterrizo en una carretera en el norte del país, al lado de una aldea. En esa carretera habían instalado una serie de antorchas para que aterrizara. Esto significa que, indirectamente, la comunidad estaba implicada. La violencia generalizada es cosa de mestizos. Hay áreas en las que viven indígenas que, ante la inoperancia de la justicia, toma la justicia por su mano. Por eso, se dan linchamientos de ladrones, asesinos o secuestradores.

¿Qué papel social tienen los indígenas, hoy en día?

El país está marcado por la llaga de la discriminación racial. Está dividido por los indígenas que representan un 50% de la población. El indígena ha sido postrado, secularmente excluido y marginado. Sí que hay un sentimiento de exclusión fuerte en la población. También creo que el indígena ha ido acumulando cierto rechazo hacia el mestizo.

A lo largo de los 11 años en los que ha estado en contacto con ellos, ¿cuál ha sido su labor?

Han sido procesos de formación, de respeto, de dignificación, de valoración de las personas, con el programa de derechos humanos. Estuve trabajando, sobre todo, con la población Q’eqchi’. He tenido que descubrirla, conocerla; y sus necesidades van marcando el paso, al ir generando alternativas políticas, sociales, etc. Creo que es un proceso en el que hay que ir reconociendo la pluralidad de un país con 22 etnias, con una riqueza cultural muy grande y en el que el indígena tiene que formar parte de la toma de decisión. Creo que actualmente hay muchos más indígenas en la vida pública actual, que puedan ir tomando la marcha del país. Pero aún hacen falta unos años antes de que se les reconozca su mayoría de edad , su lugar en el país y su papel como protagonista en la construcción de un país plural, plurilingüe, pluricultural y pluriétnico.

¿Cómo fue vivir con los Q’eqchi’?

Estuve en un área mestiza, pero hay unas diez comunidades indígenas. Los Q’eqchi’ son una etnia en torno a un millón de habitantes, que viven el departamento norte del país. Tienen una riqueza cultural muy profunda, un gran sentido comunitario, y una vinculación muy grande con la tierra como realidad viva. Es la Santa Madre Tierra. Además, tiene una visión de trascendencia, de un dios muy cercano y muy personal. Ven la vida de forma muy armoniosa y muy ecológica.

Usted vivió la guerra civil y el proceso de paz que se dio en Guatemala entre 1960 y 1996. ¿Qué ha presenciado?

Guatemala es un país que ha sido controlado por una elite de blancos, descendiente de españoles y mestizos. A lo largo de la independencia, hubo unos momentos de ciertas insurrecciones pequeñas. Pero en los 60, se da una toma de consciencia que fomenta un sentimiento de rechazo de esa situación de dominio por unos. Poco a poco, se fueron formando grupos de guerrilleros que se extendió en los 70 por todo el país. La población rural lo vio con esperanza y como la posibilidad de un futuro mejor. Ha ido generando una esperanza que se ha reprimido violentamente, de manera sanguinaria por el ejército, el gobierno y por la ayuda de EEUU, entre otros. Terminó con un proceso de paz que recoge una serie de acuerdos como los derechos de los indígenas y que se han ido cumpliendo de forma muy limitada. Dejaron 200.000 muertos, hubo más de un millón de personas en el exilio, en 36 años.

¿Las autoridades guatemaltecas están conscientes de la realidad del país?

En el Gobierno hay cierta sensibilidad de la pluralidad del país y de la riqueza cultural e histórica de estos pueblos. Lo que no se hace es darles una oportunidad. Hay más buenas intenciones que realidades. En estos momentos, los indígenas están excluidos de los servicios básicos, con un alto porcentaje de analfabetismo, de abandono en la salud.

¿Qué podrían hacer las potencias internacionales?

Desde el Primer mundo es muy difícil saber lo que se debe hacer. Hay una cuestión fundamental que es abrir los ojos a una realidad muy complicada al nivel mundial. Una realidad en la que la mayoría de los país están en vía de desarrollo o en subdesarrollo total. El sistema en el que vivimos genera cada vez más excluidos y una concentración del capital en manos de pocos.

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