REPORTAJE

"¿Es usted hija de Mohammed?"

Dos hermanos saharauis separados en 1976 durante la ocupación del Sáhara Occidental se conocen en la cola del Registro Civil de Córdoba

El País, MANUEL J. ALBERT, 06-01-2009

Las vidas de Rachid Mohammed Ahmed y su hermana Fatma han sido, como las de miles de saharauis, atropelladas por la triste historia de su país, que fue invadido cuando estaba a punto de nacer. Separados el uno del otro en 1976 a causa de la ocupación por parte de Marruecos y Mauritania de la antigua colonia española del Sáhara Occidental, Fatma y Rachid nunca se conocieron. Fatma huyó con otros cuatro hermanos a los campamentos de refugiados en Argelia, donde actualmente viven más 125.000 saharauis, según Human Rights Watch. Mientras que Rachid que, según sus papeles, nació el año de la invasión, creció en el territorio ocupado, en la ciudad de Villa Cisneros, hasta que recaló en España en 2001.

Pero el drama de estos dos hermanos tiene, esta vez, un final feliz. Una mañana de abril de 2008, a las puertas del Registro Civil de Córdoba – donde cientos de saharauis tramitaban sus expedientes para consolidar la nacionalidad española – Rachid observó a una mujer cuyos rasgos le recordaron a los de una de sus hermanas. “Yo llevaba gafas de sol y pude mirarla detenidamente sin que ella se diera cuenta. Estaba asombrado de cómo se parecían. Entonces vinieron unas personas y la saludaron, llamándola por sus apellidos, que son los míos”. Cuando Rachid los escuchó, no aguantó más y se acercó a la mujer. “Le pregunté si era hija de Mohammed Ahmed, mi padre”. A la mujer le cambió el gesto y reconoció la cara de Rachid. “Y ella rompió a llorar”.

Los dos hermanos lo son por parte de padre. Fatma, que tiene 52 años, es hija de un matrimonio anterior, mientras que Rachid es el penúltimo de los ocho hijos fruto de las terceras nupcias de su padre. Toda la familia se quedó en Villa Cisneros, bajo ocupación mauritana primero y marroquí después. Pero cinco hermanos de Rachid, tres mujeres y dos hombres lograron escapar a Argelia y nunca más vieron a su padre.

Mohammed Ahmed había sido, durante 42 años, miembro de la Policía Territorial que España tuvo en la colonia “y llegó al grado de sargento”, cuenta su hijo. Tras la invasión, pudo mantener a su mujer y a sus hijos gracias a un negocio de camellos. Mientras, luchó durante años para cobrar la pensión que el Estado español le adeudaba por sus servicios prestados. Lo logró en 1987, aunque sólo pudo disfrutarla dos años, puesto que en 1989 murió. “El recuerdo que guardo de mi padre es el de una persona triste. Los mayores me han contado que de joven era alto, fuerte y orgulloso, pero la separación de sus hijos le marcó. Y más todavía saber que uno de ellos murió en 1982 quemado en su coche por la policía. Otro hermano mío, que luchaba con el Frente Polisario, falleció durante la guerra”, relata Rachid.

Rachid y Fatma han reconstruido ahora la historia de su extensa familia. De los cinco hermanos refugiados en los campamentos, tres terminaron viviendo en España, y una de las mujeres nunca abandonó el desierto argelino. “Fatma, que contaba con el pasaporte argelino, iba y venía desde los campamentos a España porque sus hijos vivían en este país. Ahora, está tramitando su expediente de nacionalidad en Alicante, donde vive”, explica Rachid.

La vida del joven también fue complicada. “Crecer en el Sáhara ocupado es como hacerlo en una especie de cárcel en libertad. Puedes hacer cosas normales como ir a ver a tu familia y tomar el té. Pero siempre estás controlado por la policía marroquí”, dice. A los 17 años, Rachid decidió actuar por primera vez contra un símbolo de Marruecos. “Quité el retrato del rey Hassan II de mi clase del instituto. Cuando supieron que fui yo, me separaron de mis compañeros y durante 27 días, en el instituto, me interrogó el director, en compañía de policías. No me pegaron, pero fue duro”. Le prohibieron estudiar en centros públicos, y se tuvo que poner a trabajar “en compañías pesqueras”, recuerda. En 2001, Rachid tuvo que huir de su casa, tras un enfrentamiento con la policía. “Vi a un agente agredir a una mujer saharaui. Fui con unos amigos a defenderla y todo derivó en una pelea con el agente”. Tras un año escapado, cruzó en patera hasta Fuerteventura, donde con ayuda de un hermano, logró llegar a la Península. Siete años después, se encontraría en Córdoba con Fatma, su hermana perdida.

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