El nuevo drama de los judíos

El 95% son inmigrantes y mientras los viejos viven de la ayuda social, los jóvenes están sumidos en la apatía

El Universal, 29-12-2008

BERLÍN.— El único “búnker” que aún funciona en Berlín, tiene sólo una planta, esta protegido por vallas de acero y vigilado las 24 horas del día por varias cámaras de video que registran cada movimiento en el interior y también en el exterior. El búnker también está vigilado por la policía de Berlín y ningún mortal puede estacionar su automóvil frente al edificio ubicado en una tranquila calle en el barrio más elegante de la ciudad.

El despliegue de seguridad, que ya casi no molesta a los vecinos del número 8 de la calle Delbrückstrasse en Grünewald, tiene una meta crucial: impedir un atentado terrorista o provocaciones de los grupos neonazis contra el único jardín de infancia para niños judíos que existe en la capital alemana.

“Los propios miembros de la comunidad judía de Berlín bautizaron el jardín de infancia como el búnker”, dice un vecino. “Pero lo cierto es que parece un pequeña cárcel”. El kindergarten en la Delbrückestrasse, no es el único edifico judío en Berlín que está protegido por la policía. Todas las sinagogas y las dos escuelas que funcionan en la capital también cuentan con vigilancia, una medida todavía necesaria en un país donde el antisemitismo sigue estando presente en cada rincón.

¿Es peligroso ser judío en Berlín? “La situación ha cambiado mucho, pero todavía no es perfecta”, asevera Sergey Ladodinsky, un destacado politólogo que nació hace 33 años en Rusia y que llegó a la ciudad hace 15 junto con sus padres. “Pero todavía falta mucho por hacer, tanto el campo judío como en el alemán”, aseveró.

El Holocausto redujo a un espectro fantasmal la rica vida cultural judía de la capital y de los 175 mi judíos que habitaban la ciudad antes de 1933, sólo unos 5 mil lograron sobrevivir al terror. Todo comenzó a cambiar después de la caída del muro, pero le llegada de los nuevos inmigrantes, la gran mayoría provenientes de la ex Unión Soviética, junto con impedir que la comunidad en Alemania se extinguiera, provocó un inédito problema que sólo desaparecerá cuando los hijos de los inmigrantes lleguen a la vida adulta.

La nueva comunidad judía está más ocupada en resolver sus necesidades existenciales que en participar activamente en la vida política, social y cultural del país. “La gente no participa porque casi 95% son inmigrantes. Los viejos no hablan el idioma y los jóvenes están más preocupados en buscar una vida mejor y no tienen tiempo, ni ganas de participar, por ejemplo, en la política”, afirma Sergey Lagodinsky.

Las excepciones se cuentan con los dedos de ambas manos, pero la nueva realidad está marcada por un problema que no suele ser mencionado en la prensa: la vida cotidiana de la mayoría de los judíos en Alemania tiene lugar en las salas de espera de las oficinas de Ayuda Social.

“Más de un tercio de los inmigrantes judíos que llegaron a Alemania tienen más de 60 años. Todos viven gracias a la ayuda social”, denunció Lagodinsky. “La existencia abstracta de la comunidad en Alemania es políticamente valiosa, pero la seguridad existencial concreta y digna de los viejos judíos no parece tener mucha relevancia”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 
 
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