«Había muchos jóvenes con ganas de hacer cosas, más que de pelearse». Xaime López Villar, Chispón, describe así los cimientos sobre los que se ha construido el proyecto sociocultural Unidos por el Flow, que arrancó hace tres años en Barcelona para promover la convivencia entre bandas latinas y se ha convertido en modelo de integración de inmigrantes y transformación social a través del arte urbano y la cultura hip – hop. La iniciativa, que ya había hecho sus primeros pinitos externos con un concierto musical en Zaragoza, acaba de presentarse en la Casa de América de Madrid con un documental, una obra de teatro y mucho, mucho rap.

Erika Jaramillo, presidenta de la asociación juvenil Todopoderosa Nación de Reyes y Reinas Latinos (ALKQN), subrayó en Madrid su confianza en que el proyecto «vaya mucho más allá, se extienda y sirva en todas partes de España». Porque, como recalcó Alberto Villarroel desde la Asociación Ñeta de Ayuda al Confinado, «no somos personas agresivas ni violentas, sino todo lo contrario; somos compañeros, hermanos, nos llevamos muy bien y trabajamos juntos, no sólo Latin Kings y Ñetas, sino los jóvenes que no pertenecen a ellas».

Integración juvenil

De hecho, Unidos por el Flow desborda el marco de las bandas latinas y es ya un proyecto de integración juvenil que tiene su epicentro en los barrios periféricos barceloneses de Roquetes y Prosperitat, focos de inmigración desde los años 50 que se han ido transformando en las últimas dos décadas con la llegada de vecinos de otros países.

Chispón recuerda que los jóvenes «se organizaban al margen de los espacios municipales» de ese distrito de Nou Barris, hasta que, hace tres años, un grupo de Latin Kings se acercó al Kasal de Joves de Roquetes para presentarse y ver el modo de aprovechar sus locales para reuniones y actividades festivas. Lo mismo hicieron los Ñetas en Prosperitat. «Y empezamos a conocernos todos», remacha.

El siguiente reto, seis meses más tarde, fue un encuentro conjunto en un festival a favor de la cultura latinoamericana. Acudieron 600 jóvenes y, como recalcaron portavoces de ambos grupos, «fue una fiesta normal, nos juntamos para pelear por una igualdad, y sin ofendernos, un ejemplo que estamos dando». Sentadas las bases para superar conflictos y «hacer algo juntos», y con la música como simbólico pegamento de aquellos jóvenes, el proyecto fue creciendo paso a paso. Primero con la propuesta de un disco (acaba de salir con sus 16 canciones sobre temas sociales), después con su primer concierto, y luego con otras expresiones culturales como un libro y la obra de teatro musical ‘Más que tres’.

Trabajo y compromiso

La obra les sirvió, como dice su directora, la experta en teatro social Luz Marina Gil, para descubrir en su interior cosas que «tenían un poco enredadas» y para «adquirir responsabilidad y compromiso». O sea, para reforzar otros mensajes ya recibidos. Como el que repite López Villar de que en este proyecto todos son líderes y todos toman las decisiones («la unión hace la fuerza, no más», traduce Erika Jaramillo). O como el que reiteran sus maestros musicales Arnold Marian Bevries, Ragatek, y Fernando Redondo Miranda, Dinky, de que «ser rapero no es vestirse, ponerse una gorra y una cadena y tomarse una foto», sino «comprometerse con el rap, componer letras y tener un mensaje». Más aún, remachan, «es duro, hay que trabajar, trabajar y trabajar», porque «hacer un disco es un curro, no se hace de un día para otro, no te puedes venir con la letra acabada de escribir».

Mensaje recibido. El presidente – portavoz de Unidos por el Flow, Edgar Belfort (de sobrenombre Yanero, por su condición de llanero solitario cuando Latin Kings y Ñetas andaban a la greña), también pone el acento en la responsabilidad. Más allá de las apariencias raperas, dice, «estamos luchando contra las drogas, el alcohol, el machismo, el racismo y la pobreza». Sus canciones lo confirman.