La crisis económica dispara los hurtos en supermercados de los distritos más pobres

ABC, CARLOS HIDALGO | MADRID, 07-12-2008

«Sí que se están notando más hurtos, sobre todo de gente mayor y extranjera, desde que comenzó la crisis. Y ya, en los centros comerciales, ni te cuento…». Quien habla es una cajera de un supermercado de Ciudad Lineal. Sus palabras no hacen más que corroborar aquello en lo que diversas fuentes policiales consultadas nos insisten: ya se vienen notando los efectos de la crisis en la delincuencia. Lo alarmante es que no se trata de bandas ni de ladrones de toda la vida: son gente que antes vivía al día, pero que, desde hace unos meses, no llega a final de mes, y no les queda más remedio que robar para comer. Es lo que en el argot se llama el hurto famélico.

Realizamos un recorrido por cinco de los distritos más pobres de la capital. En la comisaría de Usera – Villaverde nos indican que no han notado un repunte especial, pero apostillan: «Momentáneamente, no…».

Nada que ver con lo que ocurre en Carabanchel. Desde después de verano, se está dando un fenómeno nuevo. Podríamos llamarlo «el carro o el cuello». Porque se trata de mujeres, muchas de ellas inmigrantes, amas de casa, que llenan el carro en los supermercados y, al pasar por la línea de caja, advierten a las dependientas: «Te pongas como te pongas, no te voy a pagar. Porque no tengo dinero, y tengo que comer».

La propia delegada del Gobierno, Soledad Mestre, reconocía que el primer semestre de 2009 puede ser calentito: está previsto que empiecen a percibirse de manera notable los efectos de la crisis en los delitos contra el patrimonio. En el distrito de Centro, con la comisaría con más denuncias de toda Europa, hace mucho que las cosas van a peor. Así nos lo narran: «Están subiendo mucho los hurtos en establecimientos. Se hace una media de 50 detenciones por hurto al mes y más de 120 denuncias, cuando antes eran la mitad».

Dicen que esta situación comenzó hace seis meses, que va «in crescendo». «Antes eran rumanos o latinos, pero notamos que ahora son españoles, gente que se dedicaba a la construcción y que se ha quedado sin trabajo, y tienen que comer».

Pero también hay otra modalidad, que es hacer el negocio. Robas para comer, pero también para montar tu propio chiringuito, similar al existente en el bulevar de Puente de Vallecas. «Están robando bandejas de jamón jabugo en los centros comerciales y los venden a los ancianos por 5 euros en Ribera de Curtidores, Embajadores y Atocha. Sobre todo son «yonkies» y magrebíes», indica un policía de Centro.

La gente, insisten, está comprando comida: «Lo que quieren ahora es jamón, longaniza y chorizos. En los supermercados no dan a basto. Se llevan sus bolsas con el interior forrado de aluminio y arramplan con todo lo que pueden. O le quitan las etiquetas de seguridad a los paquetes de bacalao y se lo esconden en la ropa».

Calabozos hasta la bandera

Está situación está provocando problemas transversales: en la comisaría de la calle de Leganitos han estado tres semanas con los calabozos repletos, de manera que han tenido que derivar los detenidos a otras comisarías.

En Puente de Vallecas, las reuniones entre la Policía y los responsables de seguridad de los comercios sirven para el intercambio de información entre ambas partes. También se está notando que algunos jubilados, inmigrantes y amas de casa se llevan lo que no es suyo de los supermercados y centros comerciales sin pasar por caja. «Hay un porcentaje de gente necesitada que va con dos paquetes de yogures, los pagan, pero llevan escondidas latas de conservas».

¿De qué manera actúa el personal de seguridad de estos comercios? «Cuando el que comete el hurto es alguien mayor, que sabes que realmente no es un delincuente, se recupera el género y no se le denuncia. Tenemos un tratamiento específico para estas personas; diferente es para los reincidentes, que esos sí que son delincuentes especializados».

El protocolo puesto en marcha por la Fiscalía indica que, en caso de una falta, se puede detener al individuo esté o no identificado su domicilio. «Se le identifica y se le detiene, para ver si tiene antecedentes. A la cuarta falta en el mismo año, se convierte en delito», explica otro policía. De ahí, en parte, que haya subido la estadística de detenciones, pero también es una manera de prevenir, puesto que, al pasar la falta a delito, es más fácil que la multirreincidencia acabe con el sujeto en la cárcel, aunque por poco tiempo y tras un proceso muy largo.

De cualquier manera, los propios policías lo reconocen: «No es lo mismo un grupo de delincuentes que un señor mayor al que no le llega la pensión y se lleva comida de un supermercado. Hay que entender que la crisis se ceba con los colectivos más débiles».

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