VIH clandestino

ABC, LUIS DE VEGA | GAO (MALÍ), 01-12-2008

M. tiene 19 años y ejerce la prostitución en Gao, al este de Malí. La joven ha aceptado sin embargo ser reclutada por un programa de lucha contra el sida y trabaja desde dentro, sensibilizando de los peligros a las personas de su entorno, ya sea a aquellos con los que mantiene relaciones sexuales o a otras chicas.

La cita con ella tiene lugar en el Baji, uno de los locales que anima la noche de Gao y donde a menudo se cruzan con los clientes. Varias jóvenes bailan en la pista mientras en una mesa M. advierte a una niña de 16 años, que también ejerce la prostitución, de los peligros de no protegerse contra el virus. Saca de una bolsa un pene de madera y un paquete de preservativos – 100 francos (unos 0,15 euros), cuatro unidades – y allí mismo tiene lugar la lección.

Aunque la tasa de prevalencia nacional en Malí, con un 1,9 por ciento según Acción Contra el Hambre (ACH), está muy lejos de la de otros países africanos, este porcentaje se dispara sin embargo hasta el 28,9 por ciento entre las mujeres que viven del sexo, según otros informes. Unos dos millones de personas resultaron infectadas por primera vez el año pasado en la zona que integran los países subsaharianos, donde viven ya 22 millones con VIH. Esto significa el 67 por ciento del total de 33 millones que hay en todo el mundo, según datos de Naciones Unidas, que añaden que esta región concentra el 75 por ciento de las muertes.

Tendencia al alza

El problema es la imparable tendencia al alza. En países como Malí los porcentajes se han doblado en los últimos años, según Amandine Allaire, de ACH. La explicación se encuentra en que este país, y la zona de Gao en concreto, es un importante lugar de paso de los emigrantes clandestinos que ascienden hacia el norte del continente y, si pueden, después dan el salto a Europa.

«Yo misma acudo cada tres meses a hacerme el test y ya he conseguido arrastrar a una quincena de amigos», explica M. «Muchos chicos aún no están dispuestos a usar condón y prefieren pagar más dinero por ello. No hay que ceder al chantaje ni por millones».

«Hay aún mucho miedo y algunos de los que se hacen las pruebas no vienen nunca más a conocer los resultados», señala el doctor Hamadou Traoré en el hospital de Gao.

Por eso la labor que realiza M. es muy apreciada por ACH, que, junto a Médicos del Mundo y la asociación local Nouvelles Horizons, lleva a cabo un programa de lucha contra el sida en Gao. Gracias a gente como ella las ONGs pueden llegar mejor a la raíz del problema.

Pero más allá de ese trabajo casi clandestino, también se ha logrado sacar a la calle el problema. Las autoridades son conscientes de ello y por todo el país hay carteles con todo tipo de advertencias.

Otra noche este corresponsal asistió como invitado a una sesión en la que varios animadores se reunieron con medio centenar de jóvenes de entre 15 y 25 años en Gao. Se plantean preguntas. ¿Se cura el sida? ¿Se transmite con besos y abrazos? ¿Podemos contagiarnos trabajando junto a un portador del virus? ¿Qué hacer para superar la estigmatización?… La participación es máxima y la noche termina con el lanzamiento de condones al público.

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