MACROJUICIO A LOS 'LATIN KINGS'

La cacería a oscuras de Jimmy Junior

El Mundo, PEDRO SIMON, 30-11-2008

Decenas de ‘latin kings’ mataron a navajazos y palos a este dominicano por considerarlo ‘ñeta’. Llevaba cinco meses en España El 5 de noviembre de 2005, un nutrido grupo de menores y adultos pertenecientes a la banda de los ‘latin kings’ mató a cuchilladas y a golpes a Jimmy Junior Ureña del Villar, un dominicano de 17 años que llevaba cinco meses en España. Mañana mismo, la Audiencia Provincial de Madrid juzgará a los 13 mayores de edad que supuestamente intervinieron en un crimen por el que ya han sido condenados cuatro menores. Jaqueline, la madre de Jimmy, que fue amenazada al poco del asesinato del hijo por el entorno latino, tuvo que salir de Madrid para garantizar su seguridad. Ahora habla para EL MUNDO desde su exilio forzoso: una habitación alquilada en una capital de provincias sin determinar.


MADRID. – Encontraron el cadáver del chaval de madrugada. Boca arriba, semidesnudo y con los vaqueros bajados hasta las rodillas. Junto a él hallaron un trozo de tubería metálica de casi un metro de longitud y numerosos listones de madera manchados de sangre. Debajo del cuerpo había un cuchillo partido de tanto usarlo.


Presentaba golpes y 18 puñaladas en tórax y extremidades y ocho heridas contusas en una cabeza con la que la turba había estado jugando a la piñata. Se llamaba Jimmy, era dominicano y lo que los agentes tenían a la vista era el fruto de un aquelarre ciego y rabioso. Llevaba sólo cinco meses en Madrid. El primer día que entró en casa de la madre con los bultos, traía amartillada esa sonrisa suya de conquistador.


- Mamita, ya estoy yo aquí en España para ayudarte.


El mayor de cuatro hermanos llegó a España con 17 años para ayudar a la camada. Salía poco de la casa de Urgel en la que convivía a solas con su madre, una inmigrante ayudante de cocina que había echado el ancla en ese mar favorable que rompía en las costas de Madrid. Jimmy le metió luz a aquella casa triste que parecía un camarote. Era pintón y divertido y escucharle encendía una paleta de colores. Se acababa de echar una novia y hasta los lunes eran sábados.


Aquella noche del 4 de noviembre de 2005, Jimmy llamó a su madre, Jaqueline. Fue la última vez que hablaron.


- Mami, hoy llego temprano a casa.


- Bueno, cuando salga nos vemos. Llegaré pasada la una. Ve cenando, rey.


Ni hubo cena ni hubo rey. Sólo el preludio de un crimen servido a Jaqueline como sopa fría.


Son las nueve de la noche y hay tumulto de impaciente jauría en la madrileña plaza de Bami. Un grupo de latin kings gesticula en un conciliábulo que reclama venganza: Flo, un miembro de la banda, ha sido agredido por los ñetas. Y alguien tiene que pagar en esta Sicilia interior de las gorras y las espinillas.


De perros perdigueros envían a dos menores de edad, para hacer labores de exploración, a la cercana plaza de la Reverencia. Allí está Jimmy con su gente, pelando la pava de los 17 años. Los perdigueros vuelven serviles a que les acaricie el amo. Sobre la arena del parque los latin trazan un plano de la caza que está a punto de empezar y que ya tiene presa.


Fueron cuatro grupos los que irrumpieron en la plaza un par de horas después, cada uno por uno de los accesos de la misma. Iban blandiendo estacas, cuchillos y lo que pillaron, borrachos de una furia chusca. «Maten a esos hijos de puta». «Hijo de puta, te vas a morir. De ésta no te salvas».


La ratonera funcionó y los amigos del dominicano corrieron como pollos sin cabeza. A Jimmy le pescaron en la calle Misterios. Lograron derribarle y al caer fue hombre muerto.


La casa recibió a Jaqueline con su eco de quietud y de ausencias. No le dio tiempo casi ni a quitarse el abrigo. Un amigo de Jimmy que había recibido una llamada se presentó azorado y con mala sombra. En comisaría, a la madre le esperaba el fin del mundo.


- Acompáñeme.


- ¿Y mi hijo?


- Ha habido un problema. Siéntese.


«El no era de la banda de los ñeta. Ahora tendría 21 años. Todos sus planes eran bonitos. Vino porque era el mayor y quería tirar del carro conmigo. No tenía permiso de trabajo, pero yo le veía contento…», evoca Jaqueline. «Me separé hace mucho. Luché por mis hijos. Los saqué adelante. Para al final venirme a quitar a Jimmy así como así. Maldigo mil veces el día en que vine a España».


Desde que las zapatillas blancas de Jimmy Junior Ureña del Villar se cruzaron con una banda de latin kings, el entorno del ausente se ha diluido en malas noticias y las hojas del calendario han ido cayendo con vientos de ceniza y maldición. Apenas queda nada del chico acá.


Dos de las amigas que estaban con él en la noche del crimen regresaron a Ecuador porque estaban amenazadas por los familiares de los implicados. La propia Jaqueline hace ya dos años que hizo su hato y cambió con miedo de provincia, harta de tanto oír frases de cuchillo: «Hija de puta, por tu culpa está mi hijo en la cárcel». Y luego está Stanley Vera, «el bueno de Stanley», el mejor amigo de Jimmy, que también se marchó a las bravas… «Stanley se metió en el Ejército español y se fue a Afganistán. Me llamaba mami cuando hablábamos por el chat. Sintió mucho lo de Jimmy y me dijo que iba a ir a la misa del aniversario. El era lo que me quedaba de Jimmy. Su mejor amigo murió hace más de un año, cuando explotó el blindado en el que viajaba».


Jaqueline volvió a estar en aquel lugar funesto donde asaetearon a Jimmy. Sucedió que no podía vivir en la casa atestada de recuerdos y que los servicios sociales municipales le buscaron un piso de acogida temporal. Habían pasado 15 días del asesinato y la madre ya tenía puerto refugio: una vivienda en una plaza.


«Una noche salí a fumar un cigarro y me asomé al balcón. Notaba algo familiar… Con lo que llamé al chico de los servicios sociales del Ayuntamiento».


- ¿Dónde estoy?


- En la plaza de la Reverencia.


- ¿Tú sabes que es aquí donde mataron a mi hijo?


- Perdona, Jaqueline. Te juro que no sabía nada.


A la madre le queda aire entre las manos, alguna foto y aquel jersey negro suyo tan usado, como el molde de un abrazo huido.


Jaqueline se vuelve en cuanto pueda a su país. El cadáver de Jimmy deberá esperar aún dos años, como manda la ley, para dar vida a las malvas del cementerio de Santo Domingo.


«Intervino una barbaridad de gente»


MADRID. – Se hacían llamar ‘King Jordan’, ‘Bonus’, ‘Carloco’ o ‘Polaco’ y se pavoneaban tocados por pañuelos y encendidos con ritmos de ‘rap’. Trece son los procesados que tendrán que sentarse esta vez en el banquillo de los acusados de la Audiencia Provincial de Madrid a partir del 1 de diciembre. La acusación pide penas de hasta 29 años de prisión por asesinato y asociación ilícita y una indemnización de 300.000 euros.


«Hay registrados más crímenes, pero en la muerte de Jimmy llaman poderosamente la atención la barbaridad de personas que intervienen en su asesinato, la predisposición previa que existe en los verdugos y el mandato de que tenía que ser esa misma noche, y no otra, cuando había que quitarlo de en medio. Dicho de otra manera: aquello fue una cacería en toda regla», señala José María Garzón, abogado de Jaqueline.


La banda de los ‘latin kings’ se implantó en España en febrero de 2000, cuando se funda la Sagrada Tribu América Spain. La Comunidad de Madrid es conocida como Reino Inca.


Su cadena de mando es paramilitar y los jefes son denominados reyes. Tienen tesoreros, jefes de guerra, encargados de la instrucción de los aspirantes. Todo aquel que quiera entrar en la banda ha de superar un rito iniciático que, entre otras cosas, conlleva recibir una paliza por los integrantes del grupo. Disponen de un manifiesto fundacional denominado ‘Kingisim’, abiertamente xenófobo contra lo que no sea sudamericano y que, en teoría, considera enemigos a todos los que no pertenezcan a los llamados ‘latin kings’.

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