"Le tengo más miedo al hombre con dinero que al que tiene una pistola"

Los inmigrantes desalojados por la fuerza del antiguo secadero de Cueva Bermeja, hace justamente una semana, manifestaron que "nos llevamos un susto enorme por la violencia empleada, cuando si nos hubieran dicho que eran los propietarios del solar, nos hubiéramos ido de inmediato. Y ahora nos han dejado sin nada".

El Día, J.D.M., S/C, 22-11-2008

Hace una semana que cuatro inmigrantes fueron desalojados a primera hora de la mañana del lugar donde habían vivido los últimos años: el viejo secadero de Cueva Bermeja, ubicado a la entrada del barrio en la autovía de San Andrés. La violencia con la que se desarrollaron los hechos asustó de tal manera a estas personas que prácticamente salieron con lo puesto y no han regresado allí. Uno de ellos llegó a afirmar a EL DÍA que “tengo más miedo a un hombre con dinero, como el que dirigió la operación el sábado, que a uno con pistola”.

Este portavoz cuenta que “allí residíamos desde hace dos años un chico subsahariano, un matrimonio latinoamericano y yo (también de un país de América del Sur). Hasta el jueves de la semana anterior todo iba bien. Entonces un individuo, que decía ser hijo del dueño, acompañado por una mujer, y que parecía bebido, se dedicó desde temprano a golpear la puerta con fuerza y a amenazarnos con quemarnos la casa. No le dimos mucha importancia, pero sí presentamos una denuncia”.

“Al día siguiente (viernes) todo transcurrió tranquilo explica, pero el sábado a las ocho de la mañana nos despertó y sobresaltó un ruido tremendo, el que producía una pala mecánica que empezó a tirar los muros. En total eran unos diez trabajadores y un hombre ya de mediana edad que dirigía las operaciones. Le insistió al palista varias veces en que lo tirara todo y menos mal que este hombre de la pala, aunque era el más agresivo del grupo, se negó a hacerlo. El que dirigía me golpeó en la cabeza contra el muro, por lo que presenté otra denuncia. Metieron todas nuestras cosas en unas bolsas y las tiraron. Luego llamamos a la Policía Nacional, que nos trató muy bien, nos dijo qué pasos teníamos que seguir y le pidió la documentación al palista”.

Al día siguiente, continúa el relato, “nos acercamos a ver cómo estaba la zona y ahí quedó demostrada su maldad porque sólo habían roto la parte en la que nosotros vivíamos. No entendemos nada porque si nos avisan con tiempo, nos vamos, bastaba con decir que eran los dueños y nos hubiéramos ido. Pasamos muchísimo miedo porque llegaron a plantear tirar el edificio con nosotros dentro. Mi temor era que como decía tener dinero, yo iba a ir a la cárcel al tener papeles y a los otros los deportarían. Me da más miedo una persona con dinero que con una pistola porque la pistola lo único que hace es matar, el daño es mayor de la otra manera, es algo interior como el susto que se me quedó”.

Estas personas insisten en que “ni somos delincuentes ni hacíamos nada malo. Nos integramos con la gente después de un proceso largo y duro, respetando para que nos respetaran, y aunque no teníamos luz, aquella era nuestra casa, pero en 72 horas todo cambió y nos vimos en la calle. Yo sí tengo papeles, al contrario que mis compañeros, trabajo en la construcción, pero estoy de baja médica y la cosa está ahora mismo complicada, igual que para todos”.

Cuando llegaron a Cueva Bermeja, “el solar era un basurero, lleno de toda clase de desperdicios. A mí me llevó un amigo y yo a la pareja. Nos hicimos como del barrio y los niños bajaban tranquilos a jugar cuando antes no podían porque era un vertedero lleno de ratas y de gente con problemas de drogadicción. A veces venía la policía, sobre todo la local, que nos pedía los papeles y nos decía que siguiéramos allí mientras pudiéramos. Poco a poco fuimos poniendo mejor aquello y la llegada de una mujer fue clave para la limpieza y el orden. Teníamos hasta una nevera que nos destrozaron en el ataque”.

El protagonista de esta historia añade que “llegué a Tenerife hace siete años, para ocho, con la idea de buscarme la vida. Estuve tres años y medio como ilegal antes de conseguir los papeles y lo mejor de este tiempo es que he hecho muchos y buenos amigos que me ayudan. En mi país tengo hijos, pero no quiero que vengan y menos para vivir en la calle. Allí están mejor porque voy a seguir luchando aquí por tener un trabajo y al menos un cuarto donde poder vivir. En Cueva Bermeja tenía mi casa, con tres habitaciones, un salón, un baño y una cocina. Así la consideraba porque trabajé para construirla, pero este ataque desproporcionado acabó con ella y con mi vida de esta última época”.

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