«Le pegué un tiro en el pecho a 'El Gordo' y luego lo rematé en el suelo»

El marroquí que ha confesado haber matado a dos narcos y haberlos arrojado a un pozo relata cómo el fantasma de una de sus víctimas se le apareció en Senegal tras sufrir un accidente

La Verdad, L. G., 21-11-2008

Los grandes clásicos de la novela y el cine negro ya habrían querido para sí una trama como la que contó Bouzekri Tissifi a la Policía. Una vez más, la realidad supera a las escalofriantes historias que se inventaron genios como Ágatha Cristie, Alfred Hitchcok, o Edgar Alan Poe.
Todo comenzó hace un mes en Senegal. Bouzekri Tissifi, marroquí de 39 años, viajaba en su coche por una angosta carretera. Según su propio relato, se precipitó por un profundo barranco y, tras comprobar que milagrosamente no se había hecho un rasguño, tuvo una aparición. Era el espectro de Said, un paisano de su misma edad, a quien había asesinado años atrás en un caserón de Pozo Estrecho. «Te perdono si me entierras adecuadamente para que pueda ir al paraíso», le dijo el fantasma del que había sido su amigo.
Conmocionado por este suceso, Bouzekri fue al banco, sacó todos sus ahorros, vendió todos sus bienes y repartió lo obtenido. Sabía que en el lugar al que iba, la cárcel, no lo iba a necesitar. Se quedó con lo justo para intentar entrar en España y cumplir el deseo de Said. Consiguió un pasaporte francés falso y trató de salvar la frontera, aunque fue detenido en un puesto de Melilla hace una semana. Tras informar a la Policía Nacional de sus intenciones, el Juzgado de Instrucción número 2 de esa ciudad abrió diligencias y ordenó mque se abriese una investigación, no sólo para determinar si era cierto que Bouzekri había asesinado a un compatriota y, más tarde, a un español, sino además si los restos de ambos cadáveres habían sido arrojados a un pozo muy profundo de Pozo Estrecho.
Bouzekri fue trasladado el sábado a los calabozos del Palacio de Justicia de Cartagena (en Comisaría no podía permanecer por las obras en el edificio) y este martes fue conducido al lugar de los hechos. En la tarde del miércoles fue interrogado de nuevo durante hora y media para ampliar su testimonio.
Bajo una apariencia «absolutamente normal, tranquilo, bien vestido y aseado», según señalan fuentes próximas a la investigación, amplió su macabra confesión.
Durante largos meses, fue el guarda de la finca El Casís de Pozo Estrecho. Pero, a la vez, formaba parte de una organización de narcotraficantes. En 1997, Said había comunicado que deseaba abandonar el grupo porque se había echado una novia en Francia. Una noche, siempre según su relato, se reunieron Bouzekri, el citado Said, «el jefe Lahsane, que ordenó la muerte de Said» y dos magrebíes más. En un momento dado sacó un revolver y disparó a bocajarro a su amigo. Fulminado en el suelo, los cuatro sacaron el cadáver a la parte de atrás y lo arrojaron al mismo pozo en el que echaban las cabras muertas del rebaño.
Pero hubo más. Bouzekri Tissifi aseguró a la Policía que cometió otro asesinato, el de otro presunto narcotraficante, a quien identificó por el apelativo de Ángel El Gordo, «de entre 45 y 50 años y con acento andaluz».
De nuevo dijo haberle asesinado «por orden del jefe, puesto que Ángel se había quedado con un cargamento de droga y no quería pagar».
Quedó a solas con él en el caserón y cuando la víctima estaba sentada le pegó un tiro en el pecho con una escopeta de cañones recortados. «Después, cuando cayó al suelo hacia delante agregó en su confesión, lo rematé con otros dos tiros por la espalda».
Como El Gordo hacía honor a su alias y Bouzekri no podía arrastrarlo por sí solo hasta el pozo, llamó a Lahsane, quien se presentó con otros dos hombres para hacer lo mismo que con Said. El obeso traficante acabó dando con sus huesos en el fondo de la sima. Por este asesinato, el asesino ahora arrepentido dijo haber cobrado 10.000 euros.
Ahora, la única recompensa que espera es el descanso de su conciencia. Y que el malhadado Said pueda alcanzar el paraíso.

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