“Soy un sicario y me están atormentando los muertos”. Así empezó el miércoles la confesión del cabrero marroquí que se acercó a la policía que custodiaba el puesto fronterizo de Melilla para declarar que había matado a dos personas y las había tirado a un pozo de la finca Menéndez, sita en Pozo Estrecho (Cartagena, Murcia). Este hombre, que trabajó como pastor para los propietarios del grupo empresarial agrícola y ganadero Casis, fue trasladado ayer hasta el pozo señalado. Policías y bomberos han rastreado el paraje y, aunque de momento no han hallado restos humanos (sólo huesos de cabra), fuentes cercanas a la investigación aseguraron que “existen indicios de que dos personas fueron tiradas allí”.

Los hechos se remontan al año 1997, cuando el detenido trabajaba de guarda de cabras en dicha finca rural y mató a un compatriota por un supuesto ajuste de cuentas en un tema relacionado con estupefacientes, y lo tiró a un pozo de riego, que estaba en desuso, de unos 30 metros de profundidad. Cinco años después, también mató y arrojó al fondo del pozo a un hombre de etnia gitana, igualmente por un supuesto ajuste de cuentas por asuntos de tráfico de drogas.

Inicialmente, los agentes de las Unidades de Intervención Policial (UIP) destacados en Melilla no dieron crédito a la historia que contaba el hombre, con el rostro atormentado, al que dieron el alto en el control de tránsito de personas y mercancías de Melilla. Pero a medida que iba ofreciendo detalles sobre los crímenes, los funcionarios decidieron poner al sospechoso a disposición del Juzgado de Instrucción número 2 de Melilla.

La finca se encuentra en la misma salida de Pozo Estrecho, por la autovía que va de Cartagena a Murcia, y está “perimetralmente vallada”. Hace años vivían allí algunos extranjeros que trabajaban en la finca, pero hoy en día, los terrenos sólo están dedicados a la explotación de cítricos (mandarinas).