Siete ‘cazamexicanos’ a juicio por matar a azuayo a puñaladas

El Universo, GUALACEO, Azuay, 12-11-2008

‘Crimen de odio’. Así ha sido calificado por la justicia y las autoridades de Nueva York el ataque racial contra ecuatoriano. El presunto autor de las heridas no recibirá fianza.

Un sentimiento de indignación ha provocado en la comunidad hispana en Nueva York el asesinato del inmigrante ecuatoriano Marcelo Lucero por una pandilla, que ha confesado que la madrugada del domingo salió a “cazar mexicanos”.

La Fiscalía imputó a los agresores cargos de ataque en pandilla como crimen de odio racial o étnico en primer grado. Además, Jeffrey Conroy, sindicado como el pandillero que apuñaló a Lucero, enfrenta el cargo de homicidio.

Según la Policía de Suffolk, “los jóvenes jugaban en un parque y de una conversación salió la idea de ir a buscar mexicanos para golpearlos”.
Lucero, de 37 años, natural de Gualaceo, en Azuay, tuvo la desgracia de encontrarse en el camino con la pandilla.

El juez que conoció del caso impuso a los acusados fianzas que van del medio millón de dólares en bonos o 250 mil dólares en efectivo, hasta 300 mil en bonos o 150 mil en efectivo. Además, ordenó sus comparecencias en la Corte el próximo viernes 14.

Marcelo Lucero, asesinado en EE.UU. por motivo racial, era quien mantenía a su madre en Gualaceo.

Con lágrimas y sin querer hablar del tema, Rosario Lucero, madre de Oswaldo Marcelo Lucero, de 37 años, quien murió en Patchogue, EE.UU., tras recibir siete puñaladas, tramitaba ayer la repatriación del cadáver del segundo de sus cuatro hijos.

Rosario y su hija Isabel, con quien reside en Gualaceo, visten de negro desde el lunes, cuando la primogénita de los hermanos Lucero llamó para comunicarles sobre el deceso de Marcelo a manos de una pandilla de siete adolescentes que salieron en busca de hispanos y ahora son juzgados.

“No queremos recordar lo que nos contaron sobre su muerte, solo queremos que llegue su cuerpo para sepultarlo en su tierra natal”, dijo Isabel, mientras instruía a su mamá para que evite hablar del caso. En la notaría, Rosario realizaba una versión juramentada de que al momento no trabaja y que los únicos recursos económicos que percibía los enviaba su hijo fallecido.

La mujer es conocida en este  cantón azuayo, ya que es una de las primeras que preparaba tortillas de maíz, choclo y trigo para los turistas que llegaban al mercado Veinticinco de Julio, a probar estas y otras comidas típicas de la región. Pero hace tres años, Rosario se enfermó y por prescripción médica dejó su trabajo. Desde entonces su hijo Marcelo, quien durante los últimos 15 años residió en Estados Unidos, asumió el cuidado de su progenitora.

En estos tres años, Rosario se encargó de terminar la construcción de una casa de tres pisos, en el centro de Gualaceo, con el dinero que su hijo enviaba con su trabajo como planchador de una fábrica.

Marcelo se mantuvo soltero y no vivía con sus hermanos en Patchogue, ya que le gustaba la independencia, según su hermana Isabel, pero siempre se reunían. Uno de los sueños del infortunado emigrante fue regresar a su  natal Gualaceo.

La Secretaría Nacional del Migrante, con sus oficinas en Cuenca y Nueva York, asumió el trámite de la repatriación del cadáver y ayer se envió a Quito el estudio socio económico de la familia Lucero.

“Esta es una facultad de la Senami ahora, y aportaremos con los $ 6 mil para la funeraria y el costo de traslado del féretro por avión, que como monto máximo tenemos para estos casos”, aseguró Fernanda Carrión, encargada de la repatriación.

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