Una salida para el Sáhara

El País, MANUEL PERIS, 11-11-2008

Valencia ha acogido este fin de semana la 34ª Conferencia Europea de Apoyo al Pueblo Saharaui, reunión anual que pretende dar visibilidad a un conflicto que ha condenado a vivir en el peor rincón del desierto a miles de refugiados. La reunión se ha celebrado en un momento especialmente difícil, por cuanto las negociaciones entre el Polisario y Marruecos se encuentran suspendidas y el conflicto enquistado, desde el cese este verano del enviado personal para el Sáhara del secretario general de la ONU, Peter van Walsum y su sustitución por el diplomático estadounidense Christopher Ross.

La escasa repercusión mediática de la reunión de Valencia es un triste termómetro de las dificultades a las que se enfrenta el olvidado pueblo saharaui. Un pueblo fragmentado entre el Sáhara ocupado por Marruecos, la emigración y los campamentos de Tinduf, cuya voz apenas está presente en los foros de la antigua capital colonial y que, pese a las resoluciones de Naciones Unidas, parece haber sido borrado de la agenda de la gobernanza mundial.

Para cualquier observador mínimamente imparcial, resulta descorazonador comprobar cómo todo el derecho internacional se queda en papel mojado ante la pasividad con la que Estados Unidos, Europa y España encaran, treinta y tres años después de la invasión de la ex colonia, el pudrimiento de la situación. Marruecos tiene sin dudas muchas bazas en su mano: la presencia de 600.000 inmigrantes viviendo en España y 1,6 millones más en el resto de Europa, en su inmensa mayoría musulmanes pertenecientes a comunidades islámicas que tienen en el Rey, además de al jefe del Estado, al Comendador de los Creyentes, la máxima autoridad religiosa. Marruecos tiene el control de un lado del estrecho y capacidad para frenar o facilitar la inmigración subsahariana; por no hablar de la debilidad de la situación de Ceuta y Melilla. Con un volumen así de inmigrantes, es evidente que la colaboración de los servicios policiales marroquíes es clave para el control de los grupos yihadistas y salafistas. Además, el departamento de Defensa de Estados Unidos está ultimando la creación del nuevo Mando de África (Africom) que tendrá como objetivo el control militar del continente, cuyo centro de operaciones en principio sería la base gaditana de Rota, pero que tendría, según Le Monde Diplomatique, una gigantesca base militar en Tan – Tan, cerca del Sáhara Occidental.

Por lo demás, la triste noticia de la muerte este mismo fin de semana de dos soldados españoles en Afganistán, a más de 6.000 kilómetros de aquí, debería hacernos reflexionar sobre quién marca las prioridades de las agendas geoestratégicas. Junto a las aportaciones solidarias, los saharauis sólo cuentan con algo tan devaluado hoy día como el derecho internacional, la fuerza de la razón y una increíble capacidad de sacrificio. Parecen poca cosa ante la impresionante combinación de intereses que favorecen el mantenimiento de una situación cómoda para la monarquía alauí. Y no nos olvidemos de que, detrás de la palabra situación, se encuentra la vida en condiciones de absoluta penuria de miles de personas, mayoritariamente mujeres y niños. Ambas partes deben volver a la negociación y hacer concesiones. No es un callejón sin salida aquel en el que se puede dar marcha atrás.

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