"Allí sufriré, pero puedo construir algo"

La Vanguardia, , 04-11-2008

Daniela Bana se marcha a finales de año. Recogerá sus maletas un buen día de mediados de diciembre, saldrá del piso de Coslada que comparte con otros cinco jóvenes rumanos, se irá a la estación de autocares de Méndez Álvaro, pagará los 90 euros del billete y atravesará Europa en dos días para regresar a Craiova, de donde había salido hace cuatro años. “Quizás allí sufra, pero al menos podré construir algo”, dice ella, risueña, con el pelo rojo y la mirada franca. Daniela Bana, que aprendió castellano en Craiova, mientras seguía las telenovelas, rebobina en el tiempo y se disgusta ante lo que ve. Se declara desilusionada. “Cuando llegué aquí, había acabado el bachillerato. Pensé que encontraría un buen trabajo y un buen sueldo, pero me pasé dos meses llorando y sin comer. Y cuando me ofrecieron un trabajo, me vi como asistenta del hogar. Ahora trabajo en seis casas y tengo un buen sueldo (unos 1.200 euros al mes). Pero no es lo que andaba buscando”.

El asunto, su regreso a casa, le atrae mucho, tanto que le permite salvar cualquier reticencia. Desconfía del sistema rumano, desconfía de la inflación, desconfía de los sueldos bajísimos (350 euros de media), del sistema sanitario y del Ministerio de Trabajo. Sin embargo, confía en estudiar asistencia farmacéutica y en aliarse con su familia, integrada en el ramo. “Tengo que pensar qué haré en el futuro. O estudio, o encuentro un buen trabajo. Creo que tendré posibilidades. Mi tío, que está allí en el sector de la construcción, se queja de que no encuentra peones para construir un chalet. En Rumanía hace falta mano de obra”. “Y echo de menos los domingos de sobremesa junto a mi familia”, dice, entornando los ojos, mientras confiesa que cuando puede, cuando tiene un rato, se va a bailar manele,música popular rumana, aflamencada, un punto nostálgica. “A través de ella, recordamos cómo es la vida en Rumanía, cómo añoramos nuestro país”.

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