"¿Cómo creer en un país sin educación política?"

La Vanguardia, , 04-11-2008

Alex Vika, pelo largo bajo la gorra, una barba le enmarca el rostro, hace un montón de cosas. Atiende a los feligreses en Romadrid, el bar de la familia, en Vallecas. Estudia Arquitectura en la Politécnica. Forma parte de una asociación de jóvenes artistas rumanos. Organiza campeonatos de ajedrez. Actúa en un taller de teatro. Pinta cuadros. Cuando puede, los expone: lápiz y rotulador sobre fondo de madera, manos que se retuercen, jóvenes sentados en un muelle. Y a veces se acuerda de su ciudad, Constanza, una villa portuaria de Rumanía, “una ciudad frente al mar”.

Se fue de allí hace años, ocho ya, cuando apenas era un adolescente, y así pudo reagruparse en España junto a su padre, que se había anticipado a la familia y que en su trayectoria había pasado por Burgos, “cortando madera”. Todo ese conglomerado de compromisos – la reagrupación familiar, la universidad, el bar, el taller, las exposiciones…-, han determinado el camino de Vika, que tiene las cosas claras. La petición de su gobierno le trae sin cuidado: “El país es peligroso. Nunca te pasees por esas ciudades con cien euros en el bolsillo, aquí no vas con ese miedo en el cuerpo”.

La cita se desarrolla en una sala del bar Romadrid, un lugar recogido entre estanterías y cuadros. Sentado en un sofá, Alex Vika frunce el ceño. “Es que no puedo creer en mi gobierno – dice-. Lo primero que tiene que hacer es centrarse en qué es Rumanía, hacer que el país funcione con lo que tiene dentro. Si lo hiciera, me lo pensaría. Es así de fácil. Pero no puedo creer en un país que carece de educación política. Si en los bares no se habla de política, es que la política no existe. Y si no hay una lucha política en el Estado, no sé cómo construirán las infraestructuras”. “Ya lo dice mi amigo Ciprian: ´Nunca cambiaría Madrid por Bucarest´. Y yo le secundo” – cuenta-. Además, con mis amigos aquí, ¿qué hago en Rumanía?". El viernes se disfrazó de 11811 para celebrar el Halloween con los suyos.

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