«Pasé hambre, pero mereció la pena por tenerlos aquí conmigo»

La colombiana MelsyMuñoz y el senegalésEl Hadji Ousmane Lysufrieron para poder reunir a los suyos

El Correo, R. CANCHO, 03-11-2008

«¿Mamá, cuándo me llevas?». Cada vez que la colombiana Melsy Muñoz oía a alguno de sus hijos hacerle esa pregunta tenía que contener las lágrimas. «Yo les decía ‘para el próximo año’ y ellos protestaban porque esa fecha nunca llegaba». Melsy no olvida aquellas conversaciones en la distancia de hace siete años, cuando llegó a Vitoria desde Cali, sin papeles y con el corazón taladrado por la falta de sus cuatro retoños, el menor de sólo 6 años.

Las cosas pintaban tan negras por su tierra, recuerda esta mujer de 38 años, que decidió probar suerte en Vitoria, la ciudad de la que «tan bien» le hablaban sus primos. Se plantó aquí con un visado de turista y durante un año se dedicó a sobrevivir. Dormía donde podía, muchas veces en el albergue, y comía los bocadillos que le hacía una prima o los pinchos que sobraban de un bar. «Al principio fue muy duro, pasé hambre y tuve que vestir con ropa que me daban, pero mereció la pena, porque gracias a Dios ahora los tengo aquí a todos conmigo», relata.

Melsy y su comadre, con la que arribó a Vitoria, conocieron a un compatriota compasivo que les dejó una habitación sin cobrarles hasta que tuviesen medios. Tras realizar trabajos esporádicos dio con una familia de Vitoria con dos hijos que le ayudó a regularizar su situación. Melsy pudo volver a su país, casarse con el padre de sus dos hijos pequeños, traerlo y empezar una nueva vida. Pero preparar el nido no ha sido sencillo. Sobre todo, porque la sección de Extranjería del Gobierno central le exigía justificar ingresos «¡de más de 2.000 euros!». Así que después de cuidar a dos niños durante el día, ayudaba a una anciana por la tarde – noche y los fines de semana trabajaba en un bar.

Así logró reunir dinero para comprar un piso en Zaramaga. Alquilar no le compensaba y menos cuando mediaban clásulas tan abusivas como las de ingresar las mensualidades de dos años en un banco como aval, relata. Han pasado cuatro años desde que se trajo a sus hijos y Melsy no ha bajado el ritmo de trabajo. Eso sí, duerme más tranquila. «No tengo que estar pensando cómo estarán, qué harán».

Reivindicación

El senegalés El Hadji Ousmane Ly comprende muy bien los sentimientos de Melsy. A él, que conoció la nieve vitoriana cuando trabajaba como vendedor ambulante, también se le cayeron muchas veces las lágrimas después de hablar con sus cinco hijos. Ousmane, de 47 años, se casó muy pronto, sólo con 23, y mantuvo a su familia con sus artes en la pesca hasta que el barco en el que trabajaba se averió. Animado por la experiencia de un hermano suyo, se plantó en la Toscana italiana a trabajar en la clandestinidad. Allí lograr papeles estaba complicado y este comprometido senegalés tenía prisa. «Me dolía mucho no ver a mis hijos, yo quería correr».

Su cuñada le dijo que por Vitoria se atajaba, y bingo. Humberto, al que tiene gran aprecio, le contrató como vendedor ambulante, un primer paso para lograr papeles. Después trabajó tres años en Michelin y ya lleva cuatro manejando la rotaflex en la siderúrgica Novacero, de la que es socio.

Primero se trajo a su esposa y a los tres hijos mayores. «Mi mujer llevó muy mal lo de dejar a los dos pequeños con su abuela, pero en unos meses también los trajimos», relata Ousmane. Sus pequeños tienen ahora entre 8 y 20 años. Los mayores trabajan para ayudar en la casa y a todos Ousmane les ha inculcado el amor por su tierra. «No quiero que olviden de donde vienen», relata.

Y es que este hombre está comprometido con Senegal. Es fundador de la asociación de compatriotas M’Bollo, que trabaja para conseguir dinero con el que dotar de un centro de salud a la región de Kolda. Pero sus socios tienden lazos solidarios a los senegaleses que llegan a la fría Vitoria y no tienen a quién llorale las penas.

«Hay que tener la cabeza fría y saber aguantar», anima a todos los que están a punto de arrojar la toalla. Y Ousmane reivindica más flexibilidad a la subdelegación del Gobierno en Álava con las reagrupaciones. «Es una de las más insensibles con un tema tan delicado y doloroso», dice.

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