La primera víctima del Estrecho

Pateras, veinte años de muerte

La inmigración en las costas del sur suma la cifra de 18.000 víctimas

La Vanguardia, JOSÉ BEJARANO, 01-11-2008

El recuento de víctimas de las pateras en el estrecho de Gibraltar empezó el 1 de noviembre de 1988 y el balance de estos veinte años pone sobre la mesa la estremecedora cifra de más de 18.000 muertos. Tal día como hoy apareció en la playa de los Lances de Tarifa (Cádiz) el cadáver de un inmigrante ahogado en el primer naufragio de patera del que se tiene noticia. En los días sucesivos, el mar fue arrojando otros 10 cuerpos sin vida. Viajaban 23 marroquíes, de los que sólo cinco sobrevivieron, hubo siete desaparecidos y 11 cadáveres recuperados. Durante años, una mano anónima depositó flores en las tumbas de aquellas primeras víctimas enterradas en el cementerio de Tarifa.

Diferentes organizaciones humanitarias han convocado hoy concentraciones en Tarifa, Huelva, Jaén, Málaga, Tánger y Larache para recordar a las víctimas de esta tragedia y pedir que no se siga mirando para otro lado. Ildefonso Sena, autor de la fotografía y de la crónica de aquel primer naufragio documentado, cree que en estos 20 años ha cambiado mucho la percepción ante la tragedia de las pateras. Asegura que “al principio, los vecinos de la zona llamaban a la Guardia Civil cuando veían un desembarco, pero al poco tiempo la cosa cambio y muchos lo ocultaban para evitar que los detuvieran”. Con la década de los 90 empezó a gestarse el movimiento de apoyo a los inmigrantes con el nacimiento de la red “Acoge”, una de las primeras precisamente en Algeciras. Desde aquella primera tragedia de noviembre de 1988 es raro el mes que no suma nuevas víctimas al macabro recuento. Para las ONG, el Estrecho incluye la costa andaluza, las vallas fronterizas de Ceuta y Melilla y las islas Canarias. Esta misma semana han sido tres los fallecidos en un cayuco llegado a La Gomera.

En lo que va de año son 443 muertos -13 de ellos en las costas andaluzas-según la cuenta que lleva la Asociación pro Derechos Humanos de Andalucía. El presidente de esta ONG, Rafael Lara, cree que el fenómeno va a seguir porque “los africanos viven la globalización, pero con un euro en el bolsillo y habría que hacer otra política que regule la inmigración que no sea policial”.

Desde el punto de vista humano, poco ha cambiado en estos 20 años de la inmigración en patera. Lo más destacable es precisamente el aumento del número de muertes registradas en los últimos años, a consecuencia del desplazamiento del fenómeno hacia Canarias -que obliga a realizar travesías mucho más largas y peligrosas-y el origen de los inmigrantes, que ahora son mayoritariamente subsaharianos en vez de marroquíes.

Las primeras pateras cogieron a todos desprevenidos y apenas atrajeron la atención de los periódicos hasta que hubo naufragios y, con ellos, tragedias cotidianas que sembraban las playas de cadáveres. España no exigió el visado a los marroquíes hasta 1991, año de entrada en vigor del tratado de Schengen, por lo que podían venir con un pasaporte y un billete de barco. El problema era que Marruecos solía negar el pasaporte a muchos de sus ciudadanos y que con frecuencia los policías españoles decidieran arbitrariamente quién pasaba o no la frontera de Algeciras.

Las primeras pateras salían de Punta Cires y llegaban a la playa de los Lances de Tarifa, donde hay una gasolinera cuyas luces servían de faro a patrones. Son los extremos más cercanos del estrecho, unos 14 kilómetros. El fenómeno de las pateras se mantuvo con fuerza una década, alternando con saltos a las vallas fronterizas de Ceuta y Melilla, tiempo que tardó el Gobierno en desplegar el Sistema Integrado de Vigilancia del Estrecho (SIVE), que sin embargo sólo consiguió obligar a los inmigrantes a buscar otros puntos de salida y llegada. Variaron las vetustas pateras de madera por potentes lanchas neumáticas y se empezaron a sumar inmigrantes subsaharianos. El número de detenidos en la costa andaluza rondaba los 17.000 y así siguió -antes y después del SIVE-hasta que el naufragio de una patera frente a Rota (Cádiz), el 25 de octubre del 2003, sembró la costa con 37 cadáveres. Fue un mazazo para las conciencias de toda Europa, que para colmo se vio agravado por el hecho de que pudo haberse evitado si los equipos de salvamento hubiesen respondido con prontitud a las llamadas de socorro de un mercante que escoltó y dio abrigo a la embarcación hasta las proximidades de la costa. En la historia de las pateras hay un antes y un después del naufragio de Rota, especialmente porque Marruecos empezó a controlar sus costas para evitar la salida de pateras, aunque a cambio de fuertes compensaciones económicas de España y de la UE.

En aquellas fechas, los marroquíes que se movían en el mundo de la emigración mostraban optimismo mediante dos dichos populares: “Dios aprieta, pero no ahoga” y “se engaña quien pretenda coger agua con una cesta de mimbre”. Y como Dios no ahoga, abrió la espita de las fronteras de Ceuta y Melilla. En el 2004 y el 2005 rebrotó con inusitada pujanza el fenómeno de los saltos a través de las alambradas de esas dos ciudades, ahora ya exclusivamente por subsaharianos y pocos argelinos. El 25 de septiembre del 2005 hubo cinco muertos en la valla de Ceuta por los disparos de los gendarmes marroquíes que trataban de evitar el salto a tiro limpio. Incidentes parecidos se sucedieron durante un mes, con un saldo de 14 muertos – 19 según las ONG- hasta que la altura de las vallas fue elevada a seis metros.

Entonces se produjo en Canarias el fenómeno de los cayucos, que disparó las cifras de muertes: al menos 1.167 casos documentados. Ya antes había habido pateras que salían del Sáhara, varias de ellas con naufragios, pero la primavera del 2006 hubo un primer brote importante de piraguas procedentes de Nuadibú (Mauritania) y después vino el que se ha dado en llamar el “verano de los cayucos”, que sorprendía casi todos los días a los bañistas de las islas. De aquellas fechas es la imagen de los veraneantes de “Las Tejitas” arropando con toallas a los ateridos africanos recién desembarcados y dándoles algo caliente para beber.

A estas alturas, no son pocos los que consideran al Estrecho de Gibraltar – incluidas Canarias, Ceuta y Melilla- como la fosa común más grande del planeta. Y 20 años es momento de hacer balance. Para el Defensor del Pueblo Andaluz, el sacerdote José Chamizo, lo más duro es “la incomprensión y el rechazo”. Chamizo subraya “una terrible contradicción” en la sociedad española “porque la realidad no es asumida con inteligencia, ni mucho menos con generosidad”. El Defensor trae a la memoria una frase del periodista y escritor gaditano Juan José Téllez, que dijo: “Un crimen está ocurriendo a nuestro lado y, sorprendentemente, sólo sentimos miedo de las víctimas”. Abul Hamlichi, presidente de la asociación “Pateras de la Vida”, de Larache, señala que “lo peor es que 20 años después, en Marruecos todo sigue igual por falta de empleo y libertad”.

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